Desde que Emilia Pérez debutó en Cannes, el debate en México ha sido incesante. No se trata solo de una película sobre narcotráfico, identidad de género y redención, sino de una cinta que, con una mirada externa, expone las contradicciones culturales de una nación que no termina de definir qué es lo que quiere preservar de su identidad y qué está dispuesta a desechar en favor de la modernidad.
México ha sido representado en el cine de múltiples formas: desde la mística y entrañable visión de Coco, hasta el glamour de James Bond en la ficticia celebración del Día de Muertos en Spectre. Pero Emilia Pérez ofrece algo distinto: un retrato que, lejos de ensalzar la cultura mexicana, parece burlarse de ella.
México y su crisis de identidad en la pantalla
México ha sido cuna de grandes cineastas que han proyectado su visión del país al mundo: Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón han creado relatos donde la mexicanidad es tratada con profundidad y respeto. Sin embargo, Emilia Pérez no sigue esa línea.
La película, dirigida por el francés Jacques Audiard, cuenta la historia de un narcotraficante que decide cambiar de sexo para escapar de su vida criminal y encontrar redención. Más allá de la trama, la estética, el tono y la narrativa han generado críticas por lo que muchos consideran una caricaturización excesiva de la cultura mexicana, reduciéndola a clichés de narcotráfico, violencia y folclor superficial.
Pero la pregunta que incomoda es: ¿realmente Audiard está exagerando, o simplemente está mostrando lo que México ha elegido como su nueva identidad?
¿Nos duele porque nos refleja?
Las críticas contra Emilia Pérez han sido feroces, pero si analizamos el estado actual de la cultura mexicana, la pregunta es inevitable:
- ¿Los jóvenes mexicanos escuchan mariachi, o prefieren reguetón y corridos tumbados?
- ¿Se preservan las tradiciones como las charreadas y las peregrinaciones, o se están abandonando en favor de nuevas influencias?
- ¿El cine mexicano sigue celebrando su riqueza cultural, o ha encontrado en la narcocultura su mayor fuente de inspiración?
Antes, México exportaba su folclore con orgullo. Se celebraban peleas de gallos, los ídolos eran charros y el mariachi era símbolo nacional. Hoy, las nuevas generaciones encuentran en Peso Pluma y Natanael Cano a sus ídolos, y no en los grandes intérpretes de la música tradicional.
No es Jacques Audiard quien ha transformado la imagen de México. Ha sido la propia sociedad mexicana la que ha decidido dejar de lado ciertos aspectos de su cultura para adoptar otros.
El cine y la construcción de la identidad mexicana
El cine es un reflejo de la sociedad. Durante la Época de Oro, México proyectó una imagen de orgullo nacionalista con Pedro Infante, Jorge Negrete y Dolores del Río. Luego vinieron los años del nuevo cine mexicano, con historias profundas sobre la realidad social del país, como Amores Perros y Roma.
Pero en los últimos años, las narrativas dominantes han cambiado. La narcocultura ha permeado las producciones más vistas, con series como Narcos, El Señor de los Cielos y La Reina del Sur, donde el crimen organizado es el centro del relato.
Emilia Pérez no hace otra cosa que recoger esa nueva narrativa y amplificarla a nivel internacional, y eso es lo que más molesta.
¿Por qué “Emilia Pérez” incomoda tanto?
- Porque nos enfrenta a lo que hemos normalizado.
- La película muestra un México donde el narcotráfico no es solo un problema, sino parte del ADN cultural del país.
- Porque viene de un director extranjero.
- Si la película la hubiera dirigido un mexicano, la reacción sería distinta. Pero al venir de Francia, es como una burla o una distorsión.
- Porque deja en evidencia nuestra crisis de identidad.
- Queremos ser una potencia cultural, pero hemos permitido que nuestra imagen internacional se asocie cada vez más con la violencia y el crimen.
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