El viernes, en McAllen, Texas, se selló un nuevo capítulo en la cooperación binacional: la instalación del Grupo de Implementación de Seguridad México–Estados Unidos, un mecanismo bilateral diseñado para dar seguimiento a las acciones conjuntas en materia de seguridad fronteriza.
La noticia llegó con un aire de urgencia. Ambos países reconocen que el tráfico de armas desde Estados Unidos hacia México es uno de los motores de la violencia que alimenta al crimen organizado. Y esta vez, aseguraron, no será un acuerdo más en papel: se anunciaron medidas concretas y verificables.
Operación “Sin dejar rastro”: un frente activo
Durante la sesión inaugural, funcionarios estadounidenses presentaron avances de la operación “Sin dejar rastro”, un programa que ha permitido abrir más de 125 investigaciones, decomisar armamento e identificar a presuntos integrantes de redes criminales en su territorio.
El objetivo es claro: cortar de raíz el flujo de armas ilegales que cruzan la frontera y llegan a manos de cárteles en México.
Misión Cortafuegos: un muro contra las armas ilegales
Washington sorprendió con una nueva estrategia: “Misión Cortafuegos: Unidos contra el Tráfico de Armas de Fuego”. Esta iniciativa busca interrumpir el flujo ilícito de armamento con medidas concretas:
- Incremento de operativos fronterizos.
- Ampliación del uso de eTrace, herramienta clave para rastrear armas.
- Implementación de tecnología de identificación balística en las 32 entidades mexicanas.
- Mayor intercambio de información entre agencias de ambos países.
Con estas acciones, se pretende desmantelar las rutas del tráfico y cerrar espacios de impunidad.
Más allá de las armas: finanzas ilícitas y aduanas
La cooperación no se limita al armamento. Las delegaciones acordaron avanzar en el intercambio de datos aduanales sobre manifiestos de carga, lo que permitirá detectar movimientos sospechosos en la frontera.
Además, se estableció un grupo bilateral contra las finanzas ilícitas transfronterizas. Su misión: decomisos civiles de activos, detección de operaciones financieras vinculadas al crimen y acciones conjuntas contra el robo de combustible. Estos delitos, que financian a organizaciones criminales, requieren una respuesta coordinada.
Una visión basada en soberanía y confianza
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) subrayó que la cooperación se fundamenta en principios claros: respeto a la soberanía, responsabilidad compartida, confianza mutua y colaboración sin subordinación.
El mensaje fue contundente: México y Estados Unidos no solo comparten una frontera, comparten un desafío que trasciende políticas partidistas.
Delegaciones de alto nivel
El encuentro reunió a figuras clave. Por México asistieron Héctor Elizalde, subsecretario de Inteligencia e Investigación; Roberto Velasco Álvarez, jefe de la Unidad para América del Norte; Marcela Figueroa, secretaria ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad Pública; y mandos de la Sedena, Semar y la Fiscalía General de la República.
Por Estados Unidos destacaron Katherine Dueholm, del Departamento de Estado; Simon Bland, del Departamento de Seguridad Doméstica; y Warren Ryan, subsecretario adjunto del Tesoro.
Una región más segura y próspera
La creación del grupo en McAllen representa un esfuerzo renovado por construir una región más segura y próspera. La narrativa oficial insiste: la seguridad no es un juego de suma cero, sino un compromiso compartido que requiere confianza y coordinación.
En un contexto donde la violencia no conoce fronteras, este nuevo mecanismo bilateral puede convertirse en un parteaguas si logra pasar del discurso a resultados tangibles.
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