Asesinato de Sergio Hugo: una lucha silenciada por la violencia
En la cabecera municipal de Tlapa de Comonfort, un crimen brutal estremeció a la comunidad y sacudió los cimientos de quienes aún luchan por el bien común en medio de la violencia. Sergio Hugo Ureiro Castañeda, arquitecto de profesión y activista por convicción, fue asesinado la noche del domingo pasado. Su delito: defender una pequeña pero significativa área verde, la Plazoleta Los Cántaros, símbolo de dignidad urbana y resistencia ambiental.
Una voz incómoda en tiempos oscuros
Ureiro no sólo diseñaba espacios; los defendía. Lo hizo junto a vecinos del Barrio de San Diego, en una Tlapa asediada por el crimen organizado y el abandono institucional. Durante meses, lideró una batalla ciudadana para recuperar una zona tomada por comerciantes, devolviéndole su propósito ecológico y comunitario.
Su historia no es aislada. En la región de la Montaña de Guerrero, el abandono de los tres niveles de gobierno ha permitido el avance de grupos criminales que imponen su ley. Según Abel Barrera Hernández, director del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, este asesinato es solo una muestra de una ola de homicidios que azota a Tlapa y sus alrededores.
Un crimen con huellas de impunidad
Sergio fue asesinado en una gasolinera, un espacio público con cámaras de seguridad. Y aun así, la fiscalía fue incapaz de actuar con celeridad. Las pruebas no se resguardaron a tiempo. El área del crimen no fue debidamente acordonada. Las cámaras no fueron revisadas con urgencia. La impunidad se activó con la misma rapidez con la que se apagó una vida.
En su funeral, el director de Tlachinollan fue claro: “Sergio luchó por algo más grande que él. Quiso legar un espacio para las nuevas generaciones en un contexto donde la ecología ha perdido terreno ante la ambición y la violencia”.
La Plazoleta Los Cántaros: un símbolo arrebatado
La Plazoleta Los Cántaros fue recuperada tras un largo proceso de organización barrial. “Sacaron a los caseteros, los reubicaron, y se logró recuperar el espacio”, explicó Barrera. Sergio y su hermana Verónica fueron clave en esa lucha. Pero ahora, esa misma victoria se vuelve un recordatorio amargo: en México, luchar por lo público puede costarte la vida.
El rostro de la violencia en la Montaña
Los pueblos de la Montaña han pasado de tener control comunitario a vivir bajo el asedio del crimen organizado. Municipios como Zapotitlán Tablas, Atlixtac y Acatepec enfrentan conflictos armados. En algunos casos, grupos que se ostentan como policías comunitarias no son reconocidos por las autoridades legítimas como la CRAC-PC. Eso ha derivado en enfrentamientos sangrientos, especialmente en poblados como Hitzapul.
Lo que ocurre en la Montaña es una radiografía brutal de lo que pasa en muchas regiones de México: autoridades ausentes, crimen presente y comunidad indefensa.
Tlachinollan: el bastión de los derechos
El Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan ha documentado estos hechos con valentía. Su trabajo ha sido clave para denunciar las fallas institucionales, visibilizar la violencia estructural y acompañar a las familias de víctimas como Sergio.
El caso de Sergio Hugo Ureiro es más que un asesinato. Es un llamado de alerta. ¿Cuántos más deben morir por defender un árbol, una plaza o la dignidad de un pueblo?
Matar la esperanza, sembrar el miedo
El crimen de Sergio Hugo no sólo silencia una voz, intenta desalentar muchas más. Quien lucha por el bien común en zonas dominadas por el crimen, lo hace con el corazón en una mano y el miedo en la otra. Sin embargo, su legado sobrevive en la Plazoleta Los Cántaros, en cada vecino que lo recuerda, en cada árbol que aún da sombra.
Porque mientras el crimen busca borrar la esperanza, hay quienes como Sergio Hugo se atrevieron a sembrarla.


TE PODRÍA INTERESAR