El gobierno de Sheinbaum vive uno de los momentos de mayor resonancia política desde el inicio de su administración. Todo comenzó en un Zócalo lleno hasta los bordes, donde más de 600 mil personas escucharon a una Presidenta que no solo habló: narró un país que se está redefiniendo. Un país que, según sus palabras, ya no está gobernado para unos cuantos, sino para quienes históricamente habían sido ignorados.
Desde las primeras líneas de su discurso, la mandataria dejó claro que, pese a las campañas sucias y alianzas entre opositores y grupos conservadores, “no vencerán al pueblo de México ni a su Presidenta”. Fue una declaración no solo de fuerza sino de identidad: el rumbo ya no lo dictan viejas élites, sino la ciudadanía organizada.
La fuerza del pueblo como fundamento del gobierno
Sheinbaum construyó un mensaje basado en la idea de continuidad histórica. Recordó que, a siete años del inicio de la Cuarta Transformación, los principios siguen intactos: justicia, soberanía, libertad y dignidad. Esa narrativa no fue casual; buscó reforzar que el proyecto actual no se dirige desde escritorios corporativos, sino desde una convicción humanista profundamente política.
En medio de las consignas de “¡Presidenta!” y “¡no estás sola!”, Sheinbaum afirmó que México ya no vive un gobierno sometido al dinero o al poder económico. Más bien, vive una democracia donde el pueblo manda. Y aquí volvió a colocar el eje de su discurso: el gobierno de Sheinbaum es, según ella, una continuidad del México que renació con López Obrador.
Jóvenes, oposiciones y la lucha por la narrativa pública
Uno de los puntos más fuertes de su mensaje fue la disputa por la narrativa digital. Aseguró que la oposición ha construido “realidades virtuales” que no representan el momento histórico que vive México. Según Sheinbaum, la mentira más repetida es que México es hoy menos democrático.
Para responder, recorrió los episodios más polémicos del pasado político reciente:
– el fraude electoral de 1988
– el desafuero de López Obrador
– el fraude electoral de 2006
– la compra masiva de votos en 2012
Frente a ese contraste, posicionó a la Cuarta Transformación como el proyecto que ha devuelto la justicia social al centro de la vida pública.
El gobierno de Sheinbaum y la batalla por la soberanía democrática
A mitad de su discurso —momento clave para el refuerzo de la palabra clave objetivo— Sheinbaum reafirmó que el gobierno de Sheinbaum representa un quiebre con el viejo régimen. Aseguró que ya no se condonan impuestos a los más ricos ni se permite la justicia selectiva.
Rechazó también acusaciones sobre supuestos vínculos con grupos criminales, recordando que fue el viejo régimen el que declaró la fallida “guerra contra el narco” y colocó a Genaro García Luna al frente de la seguridad nacional.
Además, subrayó que los homicidios se redujeron un 34% desde 2018, contrastando con el aumento del 250% en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Del viejo régimen al nuevo horizonte
Sheinbaum narró la historia política reciente como un viaje colectivo. Un viaje donde el país pasó de ser administrado por una oligarquía a un Estado construido desde abajo.
Recordó a las figuras históricas que inspiran su movimiento: Hidalgo, Morelos, Guerrero, Leona Vicario, Josefa Ortiz, Zapata y Villa. En ese arco narrativo, vinculó su gobierno con un legado que no es administrativo, sino épico.
El futuro del gobierno de Sheinbaum y su lucha por la narrativa
El cierre del discurso fue claro: el gobierno de Sheinbaum no pretende regresar al pasado, sino consolidar la transformación hacia un México más justo. Entre gritos, aplausos y banderas, la Presidenta dejó un mensaje contundente: la disputa central no es simplemente política, sino moral y narrativa.
En un país donde la información cambia cada minuto, Sheinbaum apuesta por un relato donde el pueblo sigue siendo el protagonista. Y con ello reafirma que el gobierno de Sheinbaum, al inicio, en medio y al final de esta historia, busca consolidar una nueva etapa para México.
TE PODRÍA INTERESAR