Amenazas políticas. Porque lo que ocurrió en Celaya no es una anécdota aislada, sino un capítulo más del clima que envuelve a quienes deciden ocupar un cargo público en territorios marcados por el crimen.
El alcalde morenista Juan Miguel Ramírez Sánchez relató que, antes de asumir la presidencia municipal, fue citado por integrantes de un grupo criminal. Su narración —cruda, directa y sin adornos— revela el grado de presión que enfrentan cientos de autoridades locales en México.
El origen de las amenazas políticas: una reunión que nunca debió ocurrir
Ramírez Sánchez recuerda la escena con una claridad inquietante.
Apenas unos días antes de tomar protesta, fue llevado a una reunión que iniciaría como un diálogo y terminaría como un ultimátum.
Los criminales, dijo, le exigieron dinero, posiciones dentro del gabinete e influencia política directa. Él se negó.
“Nos pidieron dinero, posiciones en el gabinete… llegó un punto donde estuvo muy difícil la situación.”
La tensión escaló. La persona que lo había llevado al encuentro temió que ambos serían asesinados. Y no era una exageración.
Al salir, su acompañante le advirtió:
“Te pusiste bien loco, nos iban a matar ahí”.
Esa frase sintetiza la esencia de las amenazas políticas que el funcionario viviría desde entonces.
Secuelas familiares y un municipio marcado por la violencia
El impacto no se limitó al alcalde.
Su hija renunció a un cargo público en Tarimoro tras recibir intimidaciones y ataques directos. Las consecuencias personales fueron tan profundas como las públicas.
Celaya, una de las ciudades más afectadas por la violencia en Guanajuato, ha sido escenario de ataques contra funcionarios y candidatos:
- En febrero, Fernando Coria Jiménez, jefe de seguridad del propio alcalde, fue ejecutado.
- En abril de 2024, Gisela Gaytán, candidata de Morena a la alcaldía, fue asesinada durante un recorrido de campaña.
- Semanas después, se detuvo a siete presuntos integrantes del Cártel Santa Rosa de Lima implicados en su homicidio.
En este contexto, la confesión del alcalde reaviva la conversación nacional sobre violencia electoral.
Mitad del artículo: ¿Cómo se enfrentan las amenazas políticas en México?
Aquí, en el punto medio de esta historia, vuelve la palabra clave: amenazas políticas.
El alcalde afirma que nunca ha tenido acuerdos con grupos criminales, que no busca enfrentarlos, pero tampoco permitir que la ciudadanía quede sin protección.
Asegura que, bajo su administración, los índices delictivos han bajado gracias a que los mandos de seguridad son militares, una estrategia recurrente en municipios golpeados por el crimen.
Sin embargo, también admite que no considera necesario denunciar ante la Fiscalía si algo le llegara a pasar.
Una declaración que revela la desconfianza institucional que permea en zonas donde la línea entre la autoridad y el peligro es cada vez más delgada.
Un país donde la política se juega entre la convicción y el miedo
La revelación del alcalde se suma a una larga lista de casos que exponen la fragilidad del sistema de protección a funcionarios locales. En México, donde cada proceso electoral deja víctimas mortales, las historias se repiten con distintos nombres, pero con el mismo patrón:
- convocatorias clandestinas,
- amenazas veladas,
- presiones económicas,
- renuncias forzadas,
- asesinatos que estremecen municipios enteros.
En esencia, el relato de Celaya es un espejo donde se reflejan muchas regiones del país.
Gobernar en Celaya: entre el deber y el riesgo
Ramírez Sánchez reconoce que no es “muy valiente”, pero insiste en que buscó la presidencia municipal para ayudar a la gente. Un ideal que, en territorios con presencia criminal, se convierte en una apuesta personal.
“Si se pone difícil, saco a mi familia… pero sigo trabajando”, dijo.
Sus palabras muestran el doble filo del servicio público en regiones vulneradas: la vocación se sostiene aun cuando el peligro es evidente.
Un país que exige respuestas ante las amenazas políticas
La historia del alcalde de Celaya no es una denuncia más; es un llamado urgente a revisar la protección, los protocolos y el acompañamiento a autoridades que enfrentan amenazas políticas en zonas dominadas por la violencia.Porque mientras estas historias sigan ocurriendo, la democracia local seguirá pendiendo de un hilo.
Y así como comenzó esta nota, así debe cerrar: México no puede ignorar las amenazas políticas.
TE PODRÍA INTERESAR