En medio del invierno ruso y de una guerra que se extiende ya por casi cuatro años, Ucrania lanzó una ofensiva sin precedentes contra la infraestructura energética de Rusia, dejando a millones sin electricidad ni calefacción en tres regiones fronterizas.
Los ataques, realizados con drones y misiles, marcan una nueva fase del conflicto, donde la energía se ha convertido en el arma más poderosa —y silenciosa— de ambos bandos.
Apagones en Vorónezh, Belgorod y Taganrog
Durante la noche del sábado, drones ucranianos impactaron instalaciones eléctricas en Vorónezh y Belgorod, ciudades con más de un millón de habitantes cada una.
El gobernador de Vorónezh, Alexander Gusev, confirmó que “varios drones fueron interceptados, pero uno provocó un incendio en una planta de servicios públicos”. En Belgorod, 20 mil hogares quedaron sin electricidad y calefacción tras un ataque con misiles que dañó gravemente una central térmica.
Horas más tarde, la ciudad de Taganrog, en la región de Rostov, también reportó apagones generalizados por un incendio en una subestación transformadora. Los medios locales aseguraron que se trató de un nuevo bombardeo ucraniano, aunque el Kremlin evitó confirmarlo.
La energía como arma: una guerra sin tregua
Durante meses, Ucrania ha atacado refinerías y plantas rusas con el objetivo de cortar los ingresos petroleros que financian la guerra.
Por su parte, Moscú ha lanzado ataques masivos contra infraestructuras eléctricas ucranianas, dejando a millones sin luz ni agua durante los inviernos más duros.
El ministro de Exteriores ucraniano, Andrii Sybiha, denunció que Rusia “usa el frío como arma” y acusó al Kremlin de poner en riesgo la seguridad nuclear europea.
Riesgo en las centrales nucleares ucranianas
Según el gobierno de Kiev, los misiles rusos del viernes alcanzaron subestaciones que alimentan las plantas nucleares de Khmelnytskyi y Rivne.
“Estos no fueron ataques accidentales, sino planificados. Rusia pone en peligro deliberadamente la seguridad nuclear en Europa”, afirmó Sybiha, quien pidió una reunión urgente con la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
Mientras tanto, funcionarios ucranianos han criticado la falta de medidas para proteger sus propias infraestructuras energéticas, especialmente aquellas que rodean a las plantas nucleares.
El discurso del Kremlin: tensión y ambigüedad
En Moscú, el portavoz Dmitry Peskov insistió en que Rusia sigue comprometida con la prohibición de pruebas nucleares, pese a que el presidente Vladimir Putin ordenó analizar su posible reanudación.
“Putin ha dicho en repetidas ocasiones que Rusia no realizará pruebas a menos que Estados Unidos lo haga primero”, declaró Peskov ante los medios.
La tensión aumentó luego de que Donald Trump sugiriera que Washington podría retomar sus ensayos atómicos, lo que avivó el miedo a una nueva carrera nuclear global.
Un frente diplomático estancado
El ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, se mostró dispuesto a reunirse con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, aunque reconoció que “no se puede alcanzar la paz sin considerar los intereses rusos”.
Las declaraciones reflejan la ausencia de avances diplomáticos y el endurecimiento de las posturas, mientras ambos países continúan utilizando la energía —y el miedo nuclear— como herramientas de presión internacional.
El invierno más oscuro
Con más de un millón de personas afectadas por los apagones y tres ciudades rusas paralizadas, la ofensiva ucraniana evidencia una estrategia clara: golpear donde más duele.
La energía eléctrica se ha convertido en el nuevo campo de batalla de una guerra que amenaza con escalar hacia un conflicto global si no se reactivan los canales diplomáticos.


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