La toma del campo de Heglig y su impacto estratégico
Sudán dio un giro decisivo tras la toma del mayor yacimiento petrolero del país, Heglig, a manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). Este nuevo avance de los paramilitares se produce en un territorio estratégico, situado en Kordofán, una región clave por sus recursos y por el control territorial que supone. La captura del campo petrolero no solo modifica el panorama militar, sino que golpea directamente la ya deteriorada economía sudanesa, sumida en una guerra que desde abril de 2023 ha dejado miles de muertos y millones de desplazados.
De acuerdo con un comunicado del grupo armado, la “liberación de la región petrolera de Heglig” representa un paso crucial en su ofensiva para controlar áreas económicas vitales. Una fuente de las FAR confirmó además que la base militar local fue tomada, debilitando aún más la presencia del ejército en el sur de Kordofán.
Un golpe directo a la economía de Sudán
La toma de Heglig supone una pérdida significativa para el ejército del general Abdel Fatah al Burhan, líder de facto del país. El yacimiento es una de las principales fuentes de ingresos del Estado, y su paralización podría profundizar la crisis económica que vive Sudán desde el inicio de la guerra.
Un ingeniero de la instalación confirmó que el equipo técnico cerró el campo petrolero, detuvo la producción y evacuó a los trabajadores, dejando en suspensión una actividad crucial para el suministro nacional. Para un país que ya experimenta escasez de combustible, hiperinflación y debilitamiento institucional, este nuevo golpe es especialmente grave.
El ex ministro de Petróleo, Gadein Ali Obeid, calificó la situación como un “desastre” nacional, alertando sobre las consecuencias inmediatas que tendrá en la capacidad del país para sostener su mínima operatividad económica.
El control paramilitar de recursos estratégicos
La ofensiva de las FAR no es un hecho aislado. Además de Heglig, el grupo ya controla otros campos petrolíferos en el oeste, algunos operados desde los años noventa por empresas chinas antes de que suspendieran actividades por la guerra. Esto refleja un patrón claro: el dominio de infraestructuras económicas críticas para presionar al gobierno y aumentar su poder negociador.
La captura de estos territorios revela también la fragmentación del país. Hoy en día, Sudán está dividido en dos grandes zonas de influencia:
- El ejército controla el norte, este y centro.
- Las FAR dominan amplias áreas del sur y del oeste, respaldadas por aliados locales y redes armadas que fortalecen su estructura territorial.
Este mapa dividido dificulta cualquier posibilidad de diálogo y prolonga un conflicto que se ha convertido en uno de los más devastadores del continente africano.
Un conflicto con múltiples frentes y graves denuncias
La guerra en Sudán ha sido catalogada por la ONU como la “peor crisis humanitaria del mundo”. Ambos bandos han sido acusados de cometer atrocidades, incluidos ataques contra civiles, destrucción de aldeas y violaciones sistemáticas de derechos humanos.
La toma de Heglig puede intensificar estas dinámicas, ya que el control de recursos estratégicos suele desencadenar nuevas represalias, desplazamientos y enfrentamientos en zonas cercanas.
Para la población local, el impacto es inmediato. El cierre del campo petrolero afecta el suministro eléctrico, la disponibilidad de transporte y los precios básicos, encareciendo aún más la vida diaria en un país donde la inseguridad alimentaria afecta a millones.
La fragilidad del Estado sudanés ante el avance paramilitar
El conflicto armado ha demostrado la debilidad institucional del Estado sudanés, que enfrenta dificultades para mantener control territorial y garantizar seguridad en sus fronteras. Las FAR, lideradas por Mohamed Daglo, antiguo aliado del general Burhan, han consolidado una estructura militar paralela que desafía directamente la autoridad gubernamental.
Este choque entre antiguos socios revela la profundidad de las divisiones internas del país y su dependencia histórica de fuerzas armadas fragmentadas. La lucha por el control de las zonas petroleras también expone el papel de actores internacionales, especialmente de países que han tenido inversiones energéticas en Sudán en décadas pasadas.
Escenarios posibles tras la caída de Heglig
El avance paramilitar abre tres posibles escenarios:
- Escalada militar, con contraofensivas del ejército para recuperar el yacimiento.
- Reconfiguración territorial, consolidando una partición de facto del país.
- Presión internacional, especialmente por parte de organismos regionales, para evitar más pérdidas de infraestructura estratégica.
A corto plazo, sin embargo, lo más probable es un aumento de la violencia y un deterioro profundo de las condiciones humanitarias.
La toma de Heglig como símbolo de un país fracturado
La caída del mayor campo petrolero sudanés no es solo un triunfo táctico de las FAR, sino el reflejo de un país fracturado territorialmente, devastado por la guerra y con instituciones debilitadas. El control de recursos clave se ha convertido en la moneda de cambio del conflicto, con consecuencias directas para millones de personas que dependen de ellos para sobrevivir.
La reconstrucción del país requerirá no solo un alto al fuego, sino una reorganización política profunda que permita administrar los recursos del Estado con transparencia y estabilidad. Mientras eso no ocurra, la toma de Heglig seguirá siendo un símbolo del deterioro continuo de Sudán.
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