COP30 y la urgencia de transformar los sistemas agroalimentarios ante la crisis climática
Los sistemas agroalimentarios forman parte el eje necesario para una buena calidad de vida. En los últimos años el cambio climático está redefiniendo la forma en que producimos, distribuimos y consumimos. En distintos rincones del mundo, agricultores, pescadores y comunidades rurales enfrentan fenómenos climáticos cada vez más intensos que erosionan su capacidad de producir y sostener sus medios de vida. Lo que antes parecía una preocupación técnica hoy es una realidad visible: se están reconfigurando los sistemas agroalimentarios y comprometiendo la seguridad alimentaria global.
En este escenario, el impacto del clima se refleja tanto en la cantidad como en la calidad de los alimentos. Los cambios en el CO₂ atmosférico alteran la biomasa y reducen el valor nutricional de los cultivos, por ello se ven afectados los sistemas agroalimentarios. Sumado a la disponibilidad de agua disminuye; nuevas plagas y enfermedades avanzan sin control; y procesos tan esenciales como la polinización están en riesgo. La producción de alimentos, base de la estabilidad social y económica, se enfrenta a un desafío sin precedentes.
El impacto de la crisis climática en los sistemas alimentarios globales
En 2024, los choques climáticos fueron el factor principal detrás de la crisis de los sistemas alimentarios en 18 países, afectando directamente a 72 millones de personas que hoy viven con altos niveles de inseguridad alimentaria. La devastación causada por el huracán Melissa en Jamaica, Haití y Cuba ilustró cómo los eventos extremos pueden destruir en horas el trabajo de todo un año, dejando a familias enteras sin acceso a alimentos básicos.
Durante las últimas cinco décadas, el cambio climático redujo entre 2 por ciento y 5 por ciento los rendimientos globales de cereales. En América Latina, el maíz perdió cerca de 5 por ciento, un golpe directo para millones de productores pequeños y medianos cuyo sustento depende de esta siembra. Desde 1961, la productividad agrícola mundial cayó 21 por ciento, equivalente a perder siete años de avances en tecnología, innovación y eficiencia.
Estas pérdidas no solo comprometen la oferta de alimentos, sino que incrementan los precios, alimentan la desigualdad y profundizan la vulnerabilidad de quienes menos pueden adaptarse.
El financiamiento climático: la gran deuda global
La brecha financiera para enfrentar la crisis climática es amplia y preocupante. En 2023, solo 4 por ciento del financiamiento climático para el desarrollo se destinó a la agricultura, la ganadería, la pesca y la silvicultura. Este desequilibrio deja sin herramientas a los países más afectados, justo aquellos que dependen de la agricultura como motor de su economía y sustento de sus comunidades.
Sin recursos suficientes, las estrategias de mitigación y adaptación quedan reducidas a discursos y promesas. Los sistemas agroalimentarios necesitan tecnología, infraestructura, innovación y acompañamiento técnico. Sin financiamiento climático adecuado, incluso los compromisos internacionales más ambiciosos se quedan en papel.
Amazonia, agroforestería y acción regional hacia la sostenibilidad
En este panorama, la 30.ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP30, se perfila como un punto de inflexión. La promoción de proyectos agroforestales en la Amazonia demuestra que es posible recuperar tierras degradadas mientras se protege el clima y se fortalece la economía local. Estos proyectos combinan restauración ambiental con beneficios directos para comunidades indígenas y rurales, marcando un camino hacia sistemas alimentarios más sostenibles y resilientes.
Entre las iniciativas destacadas está el Fondo de Bosques Tropicales para Siempre (TFFF), impulsado por Brasil con respaldo del Banco Mundial. Su objetivo es movilizar 25 mil millones de dólares provenientes de países y 100 mil millones de dólares de inversionistas privados. Este modelo reimagina la conservación como una oportunidad económica global, demostrando que la sostenibilidad puede generar desarrollo y rentabilidad si existe visión a largo plazo.
La agenda de la COP30: voluntad política para una transformación real
La aprobación temprana de la agenda de la COP30 revela una voluntad política renovada para avanzar en financiamiento climático, transición energética, adaptación y resiliencia. El desafío ahora es convertir los compromisos en metas medibles, con fechas claras y mecanismos de seguimiento rigurosos. La historia ha demostrado que las promesas sin acción no alimentan, no protegen y no transforman.
Desde la FAO se impulsan estrategias que integran mitigación y adaptación, entre ellas la gestión integral del fuego. Este enfoque, presentado en la cumbre con el liderazgo de Brasil y el apoyo de 50 países, busca reducir riesgos, proteger ecosistemas y salvaguardar la vida de miles de productores.
Agricultura, pueblos indígenas y comunidades rurales en el centro de la COP30
La COP30 llega en un momento decisivo para situar la agricultura, la alimentación y el papel de los pueblos indígenas en el centro del debate climático global. Lo que suceda en esta cumbre definirá si el mundo avanza hacia sistemas agroalimentarios más sostenibles o continúa por un camino que amenaza el futuro de millones de personas.
El futuro de la alimentación, la sostenibilidad y la estabilidad global depende de que esta COP sea más que una reunión diplomática: debe marcar el inicio de una nueva era de acción climática con recursos, visión y resultados medibles.


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