El retorno de Taiwán no es un concepto nuevo en la diplomacia china, pero volvió a colocarse en el epicentro de la política mundial tras una conversación telefónica entre Xi Jinping y Donald Trump que, aunque breve, dejó un mensaje claro: China considera este asunto como una piedra angular del orden que nació después de la Segunda Guerra Mundial.
La llamada se filtró la mañana de ayer, pero en Pekín aseguran que la idea llevaba días gestándose. Xi no quería un diálogo protocolario; quería una declaración. Y la obtuvo. Trump, en un gesto inesperado, reconoció que China jugó un papel clave en la victoria aliada contra el fascismo, y que entiende la sensibilidad del tema de Taiwán.
Pero esa frase, que parecía solo cortesía diplomática, terminó encendiendo el tablero geopolítico.
El retorno de Taiwán como eje del nuevo orden global
Desde el inicio de la llamada, Xi Jinping marcó el ritmo. Recordó que “China y Estados Unidos alguna vez lucharon juntos contra el fascismo”, una frase cargada de simbolismo. No era nostalgia. Era advertencia, era narrativa estratégica, era el mensaje que deseaba colocar en la mente de Trump: si antes fueron aliados contra un enemigo común, hoy deben serlo para mantener el equilibrio mundial.
Ahí entró la palabra clave de la conversación: el retorno de Taiwán.
Xi no la mencionó como un futuro posible, sino como una pieza esencial del legado histórico internacional. Un componente del orden que —según él— fue acordado tácitamente por todos los vencedores de la guerra.
A la mitad del intercambio, Trump respiró hondo. Sabe que apoyarse demasiado en China puede fracturar su base política, pero también entiende que el Pacífico está cambiando, que Japón mueve piezas propias, y que la tensión puede desbordarse si no negocia. Por eso le dijo a Xi que Estados Unidos sabe lo importante que es el tema para China. Fue diplomacia, sí, pero también reconocimiento.
Un Pacífico que arde: Japón y el movimiento militar que inquietó a Pekín
Mientras tanto, Japón decidió desplegar misiles de medio alcance en la isla de Yonagumi, a solo 110 kilómetros de Taiwán. Tokio lo considera una medida defensiva ante el crecimiento militar chino. Pekín lo clasifica como una provocación directa.
La cancillería china subió el tono:
“intento deliberado de crear tensión regional”.
Y desde Taiwán, lejos de alarmarse, aplaudieron la decisión japonesa. Francois Wu, viceministro taiwanés, afirmó que ese despliegue es útil y necesario para mantener la seguridad del territorio.
Lo que podría parecer una disputa técnica se convirtió en un mensaje político: Japón está dispuesto a involucrarse en la defensa de Taiwán como no lo había hecho en décadas.
Y eso, para Pekín, es cruzar una línea.
La estabilidad entre China y Estados Unidos: frágil, pero viva
Xi insistió en que las relaciones entre ambas potencias se han estabilizado, y pidió mantener ese “impulso positivo”. Trump, pragmático, aceptó.
Pero la conversación dejó en claro que la estabilidad no es sinónimo de calma.
Hay un subtexto inevitable: China quiere consolidar su narrativa histórica, Estados Unidos quiere evitar un conflicto abierto y Taiwán quiere sobrevivir en medio de ambos.
Incluso la guerra en Ucrania estuvo presente en la llamada. Xi reiteró que China apoya cualquier camino que lleve a la paz y llamó a reducir tensiones.
Una frase que, trasladada a Asia, adquiere un doble sentido.
El cierre de un capítulo que abre otro
El día terminó con mensajes tensos desde Pekín, gestos vigilantes desde Tokio y un Washington que intenta no inclinar demasiado la balanza.
Pero si algo quedó claro es que el tema que definirá las próximas décadas no es un tratado comercial ni un conflicto europeo: es el retorno de Taiwán.Y así como comenzó, así terminó la jornada: con China recordándole a Estados Unidos que su visión de mundo no está en negociación.
Por eso, mientras Xi cerraba su agenda, volvió a repetir el concepto que atraviesa toda esta historia: retorno de Taiwán.
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