El pasado 8 de abril, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky difundió un video mostrando a dos ciudadanos chinos capturados por las fuerzas ucranianas. La noticia fue una bomba mediática: China, que ha mantenido una postura oficial de neutralidad, ahora estaba siendo señalada como partícipe indirecta del conflicto.
Pese a que no hay pruebas de que estos combatientes reciban apoyo estatal, el hecho de que estén presentes en el campo de batalla es inquietante. Para muchos, es la prueba de que la guerra ha trascendido fronteras, ideologías y economías.
Entre emociones fuertes, propaganda y desilusión
Zhao Rui, un veterano de Chongqing, se unió al conflicto con la intención de «luchar contra japoneses que ayudaran a Ucrania». Murió por un dron en 2023, pero no sin antes advertir a otros: “No vengas. Puedes ganar lo mismo en China”.
Su testimonio, como el de muchos otros, revela la otra cara del conflicto: una en la que los sueños de gloria se desvanecen frente a la realidad brutal de la guerra. En plataformas como Douyin (el TikTok chino), varios combatientes han denunciado ser tratados como carne de cañón por las tropas rusas.
“Red Macaron”, uno de los más mediáticos, relató que fue encerrado en una fosa con desertores tras quejarse del equipo defectuoso. No se le permite salir, y no espera ayuda de la embajada china.
Del lado de Ucrania: una lucha simbólica
No todos los combatientes chinos están del lado ruso. Peng Chenliang, oriundo de Yunnan, fue arrestado por expresar apoyo a Ucrania en redes. Más tarde, se unió a la legión extranjera ucraniana. Murió en combate en 2024, dejando un mensaje claro: su lucha también era contra el autoritarismo.
Antes de morir, grabó un video con una bandera de Taiwán, expresando su deseo de ser recordado junto al voluntario taiwanés Tseng Sheng-kuang. Su muerte encendió un nuevo debate en China: ¿son héroes, traidores o simplemente víctimas de una narrativa ajena?
Un dilema para China
El gobierno chino, que ha evitado pronunciarse directamente sobre el conflicto, ahora enfrenta un dilema. El creciente número de ciudadanos involucrados, ya sea por dinero, nacionalismo o manipulación, pone en entredicho su postura “neutral”.
A medida que más testimonios salen a la luz, queda claro que la guerra no solo se libra con tanques y drones, sino también con narrativas, redes sociales y propaganda.
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