Desde los tiempos bíblicos hasta las guerras modernas, el genocidio ha sido una constante en la historia humana. La expresión «pasar a cuchillo» refleja una brutalidad que, aunque ha evolucionado con las armas modernas, conserva su esencia: la aniquilación sistemática de pueblos.
Pero lo que muchos desconocen es que la eficiencia industrial del Siglo XX permitió genocidios a escalas nunca antes vistas. Sin embargo, lo que cambió no fue solo el alcance de las atrocidades, sino la indiferencia con la que el mundo las contemplaba, especialmente en lugares alejados de los centros de poder global.
La Segunda Guerra Mundial y la ilusión de justicia
La Segunda Guerra Mundial trajo consigo el término “genocidio”, gracias al esfuerzo del jurista polaco Rafael Lemkin. Aunque los vencedores de la guerra, liderados por Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido, condenaron públicamente las atrocidades nazis, ellos mismos perpetraron ataques indiscriminados contra civiles.
- Dresde y Hamburgo: Bombardeos aliados que causaron la muerte de cientos de miles de civiles sin impacto militar significativo.
- Bangladesh: Millones de muertes atribuidas a decisiones políticas de Winston Churchill.
Aunque estas acciones no se llamaron “genocidio” en su momento, marcaron la pauta para cuestionar los límites morales en los conflictos armados.
El genocidio contemporáneo: Gaza y más allá
El genocidio no desapareció con los juicios de Núremberg. En Gaza, el Líbano, Sudán y el Congo, las atrocidades se han perpetuado bajo la mirada pasiva o cómplice de la comunidad internacional. En Gaza, las cifras y las acciones hablan por sí solas:
- Universidades destruidas.
- Ataques a hospitales, escuelas y mercados.
- Tortura y violaciones sistemáticas.
A pesar de las evidencias documentadas por la Corte Penal Internacional y organizaciones de derechos humanos, muchos gobiernos y líderes políticos justifican o ignoran estas acciones.
La complicidad del silencio
El caso del Colegio de México ilustra cómo las instituciones educativas pueden posicionarse frente a estas atrocidades. Al suspender relaciones con la Universidad Hebrea de Jerusalén, la institución argumentó que esta opera en terrenos expropiados a palestinos y mantiene vínculos con el ejército israelí.
Sin embargo, esta decisión fue cuestionada por grupos internos que ignoraron las razones humanitarias detrás de la postura. ¿Por qué es tan difícil condenar un genocidio evidente?
La indiferencia global: una lección de la historia
La historia ha demostrado que los genocidios prosperan no solo por la acción de sus perpetradores, sino por la inacción de quienes observan desde lejos. Desde los crímenes coloniales en África hasta los conflictos actuales en Oriente Medio, el patrón es el mismo:
- Los genocidios ocurren a plena vista.
- Las respuestas internacionales son lentas o inexistentes.
Recordar y actuar: el deber ético de nuestras generaciones
El respeto al diálogo y las ideas del otro es fundamental en cualquier sociedad. Sin embargo, como se ha demostrado en Gaza y otros contextos, la indiferencia ante la violencia extrema representa el ultraje último al deber humano.
- La memoria histórica es clave para evitar que estas atrocidades se repitan.
- Las instituciones internacionales deben ser fortalecidas para actuar con mayor celeridad.
- La sociedad civil tiene el poder de presionar a los gobiernos para que adopten posturas claras frente a los genocidios.
Un llamado a la acción global
El genocidio no es un problema del pasado. En lugares como Gaza, sus horrores se desarrollan ante nuestros ojos, mientras el mundo se debate entre la indiferencia y la acción. Nuestra responsabilidad como humanidad es clara: denunciar, actuar y recordar.
Solo enfrentando estas realidades podremos construir un futuro donde las palabras «pasar a cuchillo» queden relegadas a los libros de historia y no a las noticias de actualidad.
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