La protesta que prometía conmoción y terminó en silencio absoluto
Generación Z no atiende al llamado a las puertas de la Embajada de México en Madrid, ya que en pleno centro histórico, el reloj marcaba las doce del día y el pavimento mojado reflejaba una ciudad que lidiaba con una intensa lluvia. La convocatoria del movimiento Generación Z aseguraba una protesta multitudinaria para denunciar violencia, desapariciones e impunidad en México. Pero en el punto de reunión no había banderas, no había pancartas y, lo más revelador, no había ni un solo manifestante.
El paisaje era otro en vez de personas de la Generación Z: turistas corriendo para evitar mojarse, madrileños buscando refugio y empleados apurando el paso hacia sus oficinas. La lluvia caía sin pausa, pero ni siquiera el clima explicaba la ausencia total. Lo que debía ser un acto político se convirtió en un vacío que hablaba por sí mismo.
Una movilización anunciada que no logró materializarse
Los colectivos que respaldaban la protesta llevaban semanas promoviendo la convocatoria. Habían fijado la fecha desde el 10 de noviembre y aseguraban que todos los grupos opositores a la 4T en Madrid participarían así como la Generación Z. Estos grupos han crecido al compás del aumento de mexicanos de alto poder adquisitivo que se mudaron a España en los últimos años, muchos de ellos simpatizantes de figuras como Felipe Calderón y movimientos que apoyaron públicamente a Xóchitl Gálvez.
Pero cuando llegó la hora, la multitud prometida no apareció. Ningún megáfono, ningún cántico, ningún símbolo de protesta. Solo el eco de una cita rota y de una expectativa que nunca se cumplió.
Una crónica de ausencia: nadie llegó, nadie informó
Este corresponsal recorrió durante más de una hora las calles aledañas a la Embajada en busca de alguna señal. No había anuncios de cambio de sede, no había mensajes de última hora, ni siquiera rumores de improvisación. Nada que indicara movimiento de la Generación Z. La comunidad mexicana en Madrid, integrada por cerca de 60 mil ciudadanos y ampliada por miles de residentes con doble nacionalidad, no hizo presencia. Ni una persona.
El silencio alrededor de la Embajada era tan evidente que se convirtió en un protagonista inesperado. A cada minuto que pasaba, la conclusión era inevitable: la protesta no solo no despegó, nunca empezó.
Un comunicado tardío que incrementó la confusión
Fue hasta las seis de la tarde, seis horas después del fracaso, cuando la plataforma convocante publicó un comunicado confuso que expuso a la Generación Z. En él aseguraban que la protesta “no pudo llevarse a cabo por circunstancias ajenas a la organización” y que, por “responsabilidad con la comunidad”, habían decidido seguir indicaciones de las autoridades.
El texto no aclaraba qué autoridad intervino, ni qué indicaciones se habrían recibido, ni por qué no se informó antes. Solo prometía que la protesta se reprogramaría, un compromiso que, después del vacío matutino, parecía más un intento de salvar la narrativa que un anuncio sólido.
El simbolismo político del silencio en Madrid
Para muchos opositores en el extranjero, estas manifestaciones son un termómetro de su capacidad de organización y de su relevancia discursiva. Pero lo ocurrido en Madrid funciona más bien como un recordatorio contundente: convocar en redes no es suficiente, y el eco digital no siempre se traduce en presencia física.
La falta de asistencia mostró un agotamiento emocional y político dentro de ciertos sectores de la diáspora mexicana, un distanciamiento entre discurso y acción, y una desconexión que se profundiza cuando las convocatorias se quedan en el aire.
Una narrativa que busca sostenerse ante la desmovilización
El aplazamiento anunciado intenta mantener viva la idea de un movimiento activo. Sin embargo, lo sucedido expone una realidad que pesa: un sector opositor en España que no logra cohesionarse, que no trasciende el activismo digital y que enfrenta el desafío de demostrar que puede movilizarse más allá de las pantallas.
La historia de la protesta inexistente se convierte así en un capítulo incómodo para quienes esperaban demostrar fuerza política desde Madrid. En cambio, quedó registrada como una jornada en la que la lluvia cayó, los turistas pasearon, los madrileños trabajaron y la Generación Z nunca llegó.


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