La crisis del fentanilo, una de las mayores tragedias de salud pública en Estados Unidos, no es consecuencia de la migración ilegal, como insiste Donald Trump. En realidad, esta epidemia letal encuentra su raíz en un sistema de salud corrupto, una farmacéutica inescrupulosa, y una red de complicidad que incluye médicos, políticos y empresarios. ¿Cómo llegamos hasta aquí?
Un negocio multimillonario a costa de millones de vidas
El caso del fentanilo no se puede entender sin hablar de OxyContin, un medicamento opiáceo creado por Purdue Pharma, propiedad de la familia Sackler. Originalmente diseñado para tratar dolores extremos en pacientes con cáncer, el fármaco fue masivamente recetado para dolencias menores, gracias a una agresiva campaña de marketing.
Entre el 2000 y el 2010, las ventas del medicamento generaron ganancias superiores a 3 mil millones de dólares anuales, convirtiendo a los Sackler en una de las familias más ricas del mundo. Pero el costo humano fue devastador: millones de personas se volvieron adictas, y muchas de ellas dieron el salto al fentanilo, una droga más barata y más potente.
El sistema corrupto detrás de la epidemia
¿Cómo logró Purdue Pharma expandir su mercado? A través de una red de sobornos disfrazados de bonos, regalos y viajes de lujo para médicos que prescribían el medicamento sin restricciones. Además, la empresa invirtió más de 200 millones de dólares en campañas para convencer a la opinión pública y a las autoridades sobre la «seguridad» de su producto.
En 2007, Purdue Pharma fue obligada a pagar 600 millones de dólares tras declararse culpable de engañar al público sobre los riesgos de OxyContin. Sin embargo, los Sackler nunca enfrentaron consecuencias penales y conservaron su fortuna, estimada en 9 mil millones de dólares.
La migración ilegal: el falso culpable de Trump
Durante una cena en Mar-a-Lago, Donald Trump afirmó que la crisis del fentanilo es resultado de la migración ilegal, una declaración que ignora la responsabilidad de su propio sistema de salud. Aunque es cierto que cárteles mexicanos producen y trafican fentanilo hacia Estados Unidos, la epidemia comenzó mucho antes, en los consultorios médicos estadounidenses, donde se recetaban opiáceos con una facilidad alarmante.
El legado de los Sackler: arte y muerte
Mientras las calles de ciudades como Filadelfia y San Francisco están llenas de adictos al fentanilo, el apellido Sackler sigue adornando museos como el Met de Nueva York y el British Museum en Londres. Aunque algunas instituciones, como el Louvre, han eliminado su nombre tras protestas, la familia aún disfruta de libertad y prestigio social.
El contraste es indignante: mientras pequeños distribuidores de drogas enfrentan duras penas de prisión, los responsables de una epidemia que ha matado a más de 500 mil personas en Estados Unidos permanecen intocables.
Un problema global con raíces locales
Aunque gran parte del fentanilo actual proviene de laboratorios clandestinos en México, es fundamental señalar cómo el sistema estadounidense alimentó esta crisis. Sin un cambio estructural en la regulación de medicamentos y en la forma en que las farmacéuticas operan, la epidemia continuará cobrando vidas.
Enfrentar la verdad incómoda
La crisis del fentanilo es el resultado de décadas de corrupción y complicidad en el sistema de salud estadounidense. Mientras los Sackler disfrutan de su fortuna, las calles de Estados Unidos se llenan de víctimas de una epidemia que trasciende fronteras.
Trump puede culpar a los migrantes, pero la verdadera solución requiere que su país reconozca y enfrente su responsabilidad. La pregunta es: ¿están dispuestos a hacerlo?
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