Los presidentes de Estados Unidos y China, Donald Trump y Xi Jinping, han reanudado las conversaciones comerciales, calificadas de «muy positivas» por el estadounidense, en un intento por superar el estancamiento arancelario y las disputas sobre minerales críticos y tecnología.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció una conversación «muy positiva» con su homólogo chino, Xi Jinping, lo que conducirá a la reanudación de las negociaciones comerciales entre ambas potencias. Se espera que los equipos de ambos líderes se reúnan en breve, aunque la ubicación aún no se ha determinado. Trump extendió una invitación a Xi y a la Primera Dama Melania Trump para visitar Estados Unidos, a lo que Xi respondió con una invitación recíproca para que Trump visitara China.
Según la agencia de noticias estatal china Xinhua, la llamada fue iniciada por Trump, y Xi aprovechó la ocasión para solicitar a su contraparte estadounidense que «retire las medidas negativas» impuestas contra China. A pesar de las tensiones previas, Trump también afirmó que los estudiantes chinos son bienvenidos en Estados Unidos, una declaración que contrasta con las amenazas anteriores de su administración de revocar algunas de sus visas.
Las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China se habían estancado poco después de un acuerdo alcanzado el 12 de mayo para reducir sus tasas arancelarias. Actualmente, Estados Unidos ha reducido sus aranceles sobre productos chinos del 145% al 30% por un período de 90 días para facilitar las conversaciones, mientras que China, por su parte, ha disminuido sus impuestos sobre productos estadounidenses del 125% al 10%.
A pesar de esta aparente desescalada, las fricciones subyacentes persisten. Los puntos principales de desacuerdo incluyen la acusación de Estados Unidos a China de no exportar minerales críticos, y la objeción de China a las restricciones estadounidenses sobre la venta de chips avanzados y el acceso de sus estudiantes a visas universitarias. El objetivo declarado de Trump de reducir la dependencia de Estados Unidos de las fábricas chinas y reindustrializar el país choca con la ambición de China de avanzar en tecnologías clave como los vehículos eléctricos y la inteligencia artificial, consideradas cruciales para su futuro económico. Estas son divergencias estratégicas fundamentales que van más allá de los desequilibrios comerciales, lo que sugiere que cualquier tregua es frágil y que la tendencia a largo plazo apunta hacia una desvinculación estratégica en sectores críticos, con implicaciones para las cadenas de suministro globales y el desarrollo tecnológico en toda Asia.
La complejidad de la relación se hizo evidente el mismo día de la llamada, cuando el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre China conmemoró la masacre de la Plaza de Tiananmén. Este evento, que incluyó un llamado a poner fin a la relación de ciudad hermana entre Washington D.C. y Pekín, subraya cómo los derechos humanos siguen siendo un punto de fricción constante en las relaciones entre Estados Unidos y China, incluso cuando se reanudan las conversaciones económicas. Esta persistencia del conflicto ideológico y de valores entre ambas potencias continúa moldeando sus interacciones geopolíticas, lo que podría influir en futuras decisiones políticas más allá del comercio y la tecnología, afectando la imagen internacional de China y su poder blando en Asia.
La reanudación del diálogo entre Trump y Xi es un paso necesario para gestionar las tensiones, pero la profundidad de las diferencias estructurales sugiere que el camino hacia una relación estable y cooperativa sigue siendo incierto. La confrontación por la supremacía tecnológica y económica, junto con las preocupaciones sobre derechos humanos, continuará definiendo la dinámica entre estas dos potencias globales, con repercusiones significativas para la estabilidad y el desarrollo en Asia y el resto del mundo.


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