La crisis institucional en Honduras volvió a colocarse en el centro del debate político latinoamericano tras las declaraciones de la candidata oficialista Rixi Moncada, quien anunció que su partido no reconocerá los resultados de las elecciones generales celebradas recientemente. La noche del domingo, frente a cámaras, banderas rojinegras y un país dividido, la aspirante de Libre aseguró que el proceso electoral había sido “manipulado”, marcando el inicio de una semana decisiva para el futuro inmediato del país.
Cómo comenzó la crisis institucional en Honduras
Todo empezó, según la propia Moncada, la noche del 30 de noviembre. En su testimonio, el ambiente era tenso en las sedes del Partido Libre, donde el equipo técnico seguía minuto a minuto la actualización del TREP. A mitad del escrutinio, las pantallas se congelaron. Nadie entendió por qué. Pasaron las horas, los días, y no hubo actualizaciones oficiales del CNE. Afuera, los simpatizantes esperaban noticias; adentro, crecía el temor de un posible “golpe electoral”.
Para Moncada y su equipo, ese momento fue el punto de quiebre. En su conferencia, afirmó que “más del 95% de las actas contenían inconsistencias”, insinuando que la voluntad popular estaba siendo alterada. Esa frase se volvió tendencia en redes y marcó el inicio del relato que conduciría al rechazo total de los resultados.
Crisis institucional en el debate político
A la mitad del conflicto, la crisis institucional en Honduras ya no era solamente un concepto jurídico o mediático: se había transformado en un sentimiento colectivo. Desde Tegucigalpa hasta San Pedro Sula, miles de ciudadanos discutían quién decía la verdad, qué había detrás de las fallas del TREP y cómo influía la mención de Donald Trump en todo esto.
De hecho, uno de los momentos más polémicos fue cuando Moncada acusó directamente al expresidente estadounidense de respaldar al candidato nacionalista Nasry Asfura. Según ella, esa “injerencia extranjera” había contaminado el proceso y debía ser denunciada ante organismos internacionales.
Las cifras y la disputa por el poder
Hasta el momento en que se detuvo el conteo preliminar, Asfura lideraba con el 40,19% de los votos, seguido muy de cerca por Salvador Nasralla con el 39,49%. Moncada, en tercer lugar con el 19,30%, rechazó la legitimidad de esos números. Lo que para algunos era un proceso imperfecto pero válido, para ella era la prueba de una estructura manipulada desde afuera.
Las consejeras del CNE prometieron que el sistema sería restablecido, pero no ofrecieron explicaciones claras. Para la opinión pública, la incertidumbre se convirtió en el combustible que alimentó aún más la tensión nacional.
El llamado a la ciudadanía y la tensión creciente
Moncada pidió a sus seguidores que no participaran en ninguna transición gubernamental y convocó a una “asamblea extraordinaria de la dignidad nacional”. El 13 de diciembre será, según la dirigencia de Libre, el día en que el pueblo decida si acepta o no lo que califican como un “golpe electoral”.
Detrás del discurso, hay un contexto emocional fuerte: un país cansado de crisis políticas, marcado por años de confrontación y que ahora se encuentra nuevamente ante una encrucijada histórica.
Qué significa el futuro para Honduras
El desenlace aún es incierto, pero algo es claro: la crisis institucional en Honduras no desaparecerá pronto. Lo que comenzó como un reclamo técnico sobre fallas en un sistema digital evolucionó hacia un debate nacional sobre soberanía, democracia y legitimidad.
La población ahora observa atentamente cada comunicado, cada conferencia y cada decisión de los actores políticos. El 13 de diciembre será decisivo, no solo para un partido, sino para la confianza de un país entero en su sistema democrático.
Y así, en medio de acusaciones, llamados a movilización y una fuerte disputa narrativa, la historia de la crisis institucional en Honduras sigue escribiéndose… y al finalizar esta nota, continúa siendo el tema central de preocupación en toda la nación.
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