Durante décadas, la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur ha estado cargada de más que alambre de púas y soldados vigilantes. Allí, los altavoces de propaganda eran parte del paisaje sonoro, una herramienta de guerra psicológica que transmitía mensajes políticos, música pop y noticias cuidadosamente seleccionadas para influir en el ánimo del otro lado.
Hoy, esa rutina se rompe. Por primera vez en años, el viento sopla sin el eco metálico de canciones o discursos. El ejército surcoreano confirmó que Pyongyang comenzó a retirar los altavoces de propaganda instalados a lo largo de la zona desmilitarizada (DMZ). Un gesto que, aunque pequeño, podría marcar el inicio de un nuevo capítulo.
El cambio tras la llegada de Lee Jae Myung
El nuevo presidente surcoreano, Lee Jae Myung, asumió el cargo con un mensaje claro: “Sea cual sea el costo, la paz es preferible a la guerra”. Apenas unas semanas después, Seúl detuvo sus transmisiones de K-pop y boletines anti-Pyongyang.
La respuesta del Norte no tardó: primero cesaron los ruidos perturbadores que enviaban día y noche hacia el Sur; ahora, desmontan sus propios equipos de propaganda.
Aunque ambas naciones siguen técnicamente en guerra —la guerra de Corea terminó en 1953 con un armisticio y no con un tratado de paz—, el desmantelamiento de los altavoces es visto como una acción simbólica que podría reducir las tensiones intercoreanas.
De la música pop al ruido blanco: una historia de guerra psicológica
Los altavoces han sido protagonistas de algunos de los episodios más peculiares de la guerra fría asiática. En tiempos de relativa calma, transmitían melodías pegajosas y mensajes de unión. En épocas de tensión, se convertían en herramientas de provocación: el Sur difundía noticias críticas sobre Pyongyang, mientras el Norte respondía con ruido blanco y mensajes antioccidentales.
Durante el mandato de Yoon Suk Yeol, la música de BTS sonaba en las cercanías de la DMZ, mientras el Norte respondía con globos llenos de basura. El conflicto acústico se volvió parte del día a día de las comunidades fronterizas.
Un gesto que no borra las diferencias
Pese a este avance, las declaraciones de Kim Yo-jong, hermana de Kim Jong-un, muestran que el camino hacia el diálogo es largo. “Corea del Sur sigue siendo el enemigo”, dijo recientemente, rechazando las propuestas de desnuclearización planteadas por Seúl y Washington.
Aun así, la retirada de los altavoces puede interpretarse como una señal de que la diplomacia silenciosa —literal y figurativamente— aún tiene espacio para crecer.
Un futuro incierto, pero con menos ruido
En la península coreana, cada pequeño gesto cuenta. La retirada de estos dispositivos no garantiza el fin de las provocaciones de Corea del Norte, pero sí crea una atmósfera menos hostil. Y en una región donde las palabras a veces han sido más peligrosas que las armas, el silencio puede ser un aliado poderoso.
La pregunta ahora es si este breve momento de calma será el preludio de un diálogo real o solo una pausa antes de nuevas tensiones.


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