La COP29, celebrada en Bakú, Azerbaiyán, vive un momento crítico. Negociadores de países insulares y estados menos desarrollados abandonaron la sala de negociación, denunciando la falta de compromiso de las economías ricas.
Susana Muhamad, ministra de Medio Ambiente de Colombia, expresó la frustración colectiva:
“Estamos acá para negociar, pero hemos dejado la sala porque sentimos que no estamos siendo escuchados.”
La situación ha prolongado las conversaciones más allá del plazo previsto, aumentando la incertidumbre sobre los resultados de la cumbre.
La batalla por los fondos climáticos
Uno de los puntos de mayor conflicto es el financiamiento climático. Mientras las economías desarrolladas proponen un objetivo de 300,000 millones de dólares anuales para 2035, los países en desarrollo exigen 500,000 millones de dólares anuales para 2030.
El enviado especial del clima de Panamá, Juan Carlos Monterrey, advirtió:
“No podemos salir de Bakú como de Copenhague,” haciendo referencia al fracaso de la COP15 en 2009.
La propuesta actual de la presidencia de la COP29 es aún más baja: 250,000 millones de dólares anuales para 2035, lo que ha generado rechazo por parte de los estados del Sur Global, que insisten en la urgencia de una transición climática justa.
¿Por qué los países insulares están en el centro del debate?
Las naciones insulares son de las más afectadas por el cambio climático, enfrentando fenómenos como el aumento del nivel del mar y tormentas cada vez más devastadoras. Aunque su contribución al calentamiento global es mínima, son quienes más sufren sus consecuencias.
Representantes de estas naciones exigen que las economías más contaminantes asuman una mayor responsabilidad, no solo con palabras, sino con acciones y financiamiento.
Lecciones de Copenhague: ¿Se repetirá la historia?
La referencia a la COP15 en Copenhague pone en perspectiva los riesgos de una cumbre sin acuerdos concretos. Aquella vez, la comunidad internacional fue incapaz de establecer objetivos vinculantes, erosionando la confianza en el proceso de negociaciones climáticas.
La COP29 enfrenta una disyuntiva: mostrar resultados claros o profundizar la desconfianza entre los países en desarrollo y las potencias mundiales.
El camino hacia un acuerdo
A pesar de las tensiones, algunos países latinoamericanos, como Colombia y Panamá, intentan mediar para evitar un colapso de las conversaciones. Sus esfuerzos están dirigidos a buscar compromisos más ambiciosos que reflejen la urgencia de actuar frente al cambio climático.
El tiempo se agota, pero las negociaciones aún tienen la oportunidad de cerrar con avances significativos.
Reflexión final
El futuro de la acción climática global depende de que la COP29 logre superar sus diferencias internas. Las demandas de los países menos favorecidos no son solo una cuestión de justicia, sino una necesidad urgente para garantizar la sostenibilidad del planeta.
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