En el Palacio del Planalto, los relojes marcaban las seis de la tarde cuando Celso Amorim, veterano diplomático y asesor especial de Luiz Inácio Lula da Silva, concedió una entrevista que resonaría en todo el continente. Con tono firme, pronunció una frase que rápidamente se convirtió en titular internacional:
“Una intervención de Estados Unidos contra Maduro puede incendiar América del Sur”.
Las declaraciones de Amorim llegaron en un momento de máxima tensión. Washington intensificaba su retórica contra el gobierno venezolano tras operaciones militares en el Caribe. Desde Brasil, la advertencia fue clara: no habrá apoyo ni silencio ante una posible acción externa.
El mensaje no solo iba dirigido a la Casa Blanca, sino también a los aliados latinoamericanos que observaban con inquietud el posible resurgimiento de la política de intervenciones en la región.
Brasil marca su posición: diplomacia antes que conflicto
Celso Amorim, con décadas de experiencia al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores, recordó los principios históricos de la diplomacia brasileña: no intervención, diálogo y respeto a la soberanía.
Según el asesor, cualquier intento de forzar un cambio de régimen en Venezuela podría generar un efecto dominó en la región, afectando a Colombia, Brasil y otros países fronterizos mediante crisis migratorias y tensiones políticas.
“Una acción armada o encubierta no solo rompería el equilibrio regional, sino que crearía resentimientos profundos que durarían generaciones”, advirtió Amorim.
Para Lula da Silva, que busca consolidar a Brasil como mediador regional, la estabilidad continental es una prioridad. Por eso, Brasil insiste en que la única vía posible es el diálogo entre venezolanos, con el acompañamiento diplomático de América Latina, sin imposiciones externas.
Un diálogo tenso con Washington
Pese a las advertencias, Brasil mantiene abiertos los canales de comunicación con Estados Unidos. Lula y Donald Trump planean un encuentro en la cumbre de la ASEAN en Malasia, donde el tema venezolano podría dominar la agenda.
Tras meses de tensiones por los aranceles impuestos por Washington y las diferencias sobre el juicio a Jair Bolsonaro, ambos gobiernos buscan un nuevo equilibrio. Lula no pretende confrontar directamente a Trump, pero deja claro que Brasil no será cómplice de acciones militares o encubiertas.
La estrategia brasileña es mantener el comercio, pero defender principios. Según fuentes diplomáticas, el gobierno de Lula apuesta por una política pragmática: cooperación económica sin renunciar a la soberanía regional.
Riesgos de una crisis continental
Una intervención contra Maduro podría detonar una cadena de consecuencias: desplazamientos masivos de refugiados, radicalización política, sanciones cruzadas y un aumento de la tensión entre potencias extranjeras.
Brasil teme que este escenario desestabilice su frontera norte y afecte sus programas de desarrollo regional. Por eso, refuerza su papel como mediador, promoviendo una mesa de diálogo con participación de México, Colombia y Chile.
Amorim lo resume con claridad: “No queremos una Sudamérica dividida por la guerra, sino un continente unido por la diplomacia.”


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