lunes, diciembre 22, 2025

Uruapan exige justicia: miles claman por Carlos Manzo y paz en Michoacán

Uruapan se levanta: una ciudad unida por la memoria de Carlos Manzo

En el corazón de Uruapan, el eco de miles de voces rompió el silencio que dejó la muerte del alcalde Carlos Manzo. Nadie quiso quedarse en casa. Desde los primeros rayos del sol, la ciudad se paralizó: escuelas cerradas, negocios con las cortinas abajo y las calles colmadas de sombreros al viento. Todos tenían una misma consigna: “¡Carlos no murió, el gobierno lo mató!”.

Las avenidas se tiñeron de indignación, dolor y esperanza. Durante tres horas, la multitud avanzó con paso firme, coreando el nombre del alcalde caído, convertido ya en símbolo de resistencia. Los reclamos se multiplicaban: “¡Fuera Bedolla!” y “¡Queremos paz y justicia!”. Cada voz era un grito que atravesaba la impotencia acumulada de años de violencia en Michoacán.

Un pueblo cansado del miedo y la impunidad

La muerte de Carlos Manzo desató la rabia contenida de una comunidad que ya no soporta convivir con el crimen. En Uruapan, el miedo es cotidiano: secuestros, extorsiones, asesinatos y silencios forzados forman parte del paisaje urbano. La ciudad, dividida entre su pujante industria aguacatera y la pobreza de cientos de colonias, vive bajo la sombra de los cárteles.

Ese contexto fue el que llevó a Manzo a levantar la voz. Su movimiento —con el sombrero como emblema— buscaba dignificar la política local y devolverle a los ciudadanos la esperanza. Pero su empeño lo puso en la mira. Su ejecución, en plena plaza principal, fue el golpe más duro que ha sufrido Uruapan en los últimos años.

El clamor de miles: “¡Carlos Manzo vive!”

La marcha no fue sólo un reclamo político, sino una procesión popular. Cientos de pancartas mostraban su sonrisa, su sombrero, su lema por la paz. Su imagen se elevó como la de un héroe civil, un mártir de la justicia.

En medio de la multitud, una figura se robó las miradas: Raquel Ceja, su abuela de 89 años, encabezando la protesta en silla de ruedas. Su llanto era el de todo un pueblo. Con voz temblorosa, exclamó entre sollozos: “No tenía necesidad, pero sentía que debía hacerlo… Mátenme a mí, no les tengo miedo”. Su frase conmovió a todos y se convirtió en un símbolo de fortaleza y amor incondicional.

Silencio, pancartas y un pueblo que no olvida

Al llegar a la plaza principal, el mitin comenzó con un minuto de silencio. Cientos de sombreros se alzaron al cielo en un gesto de respeto. En el aire flotaban las consignas escritas a mano:
“El tigre murió, pero el rugido es más fuerte que nunca”
“La voluntad del sombrero no muere”
“Decir la verdad cuesta”
“Queremos paz para Uruapan”

Fue un silencio poderoso, roto por un grito que estremeció la plaza: “¡Que viva Carlos Manzo!”. Desde ese instante, el dolor se transformó en determinación. La gente no pedía venganza, sino justicia real y un cambio urgente.

Reclamos directos al gobierno federal

La oradora principal lanzó un mensaje contundente: “¡Ya basta de planes, queremos resultados!”. Los manifestantes exigieron la presencia del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, para que escuche de primera mano lo que se vive en Michoacán. El reclamo era claro: menos discursos, más acciones.

Las pancartas también alcanzaron a la presidenta Claudia Sheinbaum, quien fue criticada por la falta de resultados en materia de seguridad. “Claudia, Carlos te llamó con vida. Hoy te reta con su muerte”, decía una de las consignas más repetidas.

Un altar para la memoria y una esperanza que resiste

El lugar donde fue ejecutado Manzo se ha convertido en un altar improvisado. Las flores de cempasúchil y una inmensa Catrina —testimonio del reciente Día de Muertos— acompañan su recuerdo. La gente acude a ese punto como si fuera un santuario.

En el kiosco, su fotografía rodeada de veladoras simboliza la esperanza de un pueblo que se niega a rendirse ante el crimen. “El rugido del tigre no muere”, repiten quienes lo conocieron, mientras insisten en que su legado no puede quedar en el olvido.

Uruapan exige paz y verdad

La jornada cerró con una frase que quedó grabada en el aire: “No son caprichos, son gritos de supervivencia”. Lo que comenzó como una marcha se convirtió en un movimiento ciudadano por la dignidad, un llamado desesperado para que el Estado mire a Uruapan con humanidad y justicia.

La muerte de Carlos Manzo ha marcado un antes y un después en Michoacán. Hoy su nombre representa la voz de miles que se niegan a vivir con miedo. Su sombrero, ahora símbolo de resistencia, ondea como promesa de que la lucha por la paz continúa.

Giovanna Cancino
Giovanna Cancino
Giovanna Cancino es una experimentada profesional de la comunicación, Licenciada en Ciencias y Técnicas de la Comunicación. Con más de una década de trayectoria en medios impresos y digitales, se ha consolidado como reportera y editora. Su profundo conocimiento se refleja en sus colaboraciones en la sección deportiva 'Sport Judge', así como en las importantes secciones Nacional e Internacional, asegurando una cobertura fiable y relevante para nuestros lectores.
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