La democracia mexicana enfrenta un momento de incertidumbre. La concentración de poder, la eliminación de contrapesos y la manipulación de instituciones plantean una pregunta fundamental: ¿México sigue siendo una democracia funcional?
Los recientes cambios en el equilibrio de poderes, la militarización de la seguridad pública y el control gubernamental sobre órganos autónomos han encendido alarmas entre expertos y ciudadanos. Este artículo busca analizar cómo llegamos aquí y qué está en juego para el futuro de nuestra democracia.
La distorsión de la voluntad popular
Uno de los pilares de la democracia es la representación proporcional de los votantes. Sin embargo, en México, esta lógica ha sido alterada.
- 54% de los votos, 74% de los escaños: Una mayoría desproporcionada en la Cámara de Diputados que favorece al oficialismo, contradiciendo las normas diseñadas para evitar estas distorsiones.
- Ausencia de debate legislativo: Las reformas constitucionales se aprueban sin discusión ni tiempo para su análisis, eliminando el propósito deliberativo del Congreso.
Este tipo de prácticas no solo debilitan el equilibrio de poderes, sino que socavan la confianza ciudadana en el sistema.
El debilitamiento de los contrapesos
1. Desaparición de órganos autónomos
Órganos como el INAI y la Cofece, diseñados para garantizar la transparencia y la competencia económica, han sido eliminados o absorbidos por el Ejecutivo, dejando vacíos en áreas críticas.
2. Control del Poder Judicial
La disolución del sistema judicial independiente es uno de los golpes más graves a la democracia mexicana:
- Elección de jueces y magistrados: Un proceso politizado amenaza la imparcialidad del Poder Judicial.
- Tribunales incompletos: La negativa del Senado a nombrar magistrados ha convertido a los tribunales en extensiones del poder gubernamental.
3. Militarización de la seguridad pública
La transferencia de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional consolida el poder militar en áreas tradicionalmente civiles, marcando un retroceso en materia de derechos humanos y gobernabilidad democrática.
Silencio y desinformación: la captura de los medios
Los medios públicos y privados enfrentan un entorno cada vez más restrictivo:
- Medios públicos como voceros gubernamentales: En lugar de fomentar el pluralismo, refuerzan las narrativas oficiales.
- Campañas de desinformación: Instituciones estatales atacan a críticos y opositores, deslegitimando voces disidentes.
Este ambiente ha generado un vacío informativo que dificulta el acceso a información imparcial, afectando la capacidad de los ciudadanos para tomar decisiones informadas.
Los pilares de una democracia en riesgo
1. Diversidad política
Desde la Presidencia, se niega y descalifica la diversidad política que caracteriza a México, promoviendo la idea de una única fuerza legítima.
2. Organizaciones civiles bajo ataque
Las iniciativas y diagnósticos de la sociedad civil son constantemente minimizados, cuando no ignorados o atacados directamente, limitando su capacidad para incidir en la política pública.
3. Concentración del poder
La narrativa de un único partido legítimo es un síntoma de regímenes autoritarios. La marginación de la oposición y la eliminación de contrapesos apuntan a una concentración peligrosa del poder.
¿Qué podemos hacer para proteger la democracia?
La recuperación de una democracia funcional en México requiere:
- Fortalecer contrapesos: Garantizar la independencia de los poderes Legislativo y Judicial, así como la reconstrucción de órganos autónomos.
- Fomentar la transparencia: Exigir información clara y accesible sobre decisiones gubernamentales y procesos electorales.
- Apoyar a la sociedad civil: Promover espacios para que organizaciones independientes contribuyan al debate público y la toma de decisiones.
- Garantizar la libertad de expresión: Proteger a los medios y comunicadores de represalias o censura.
México enfrenta un momento crítico en su historia democrática. La erosión de contrapesos, la concentración de poder y la militarización plantean serias amenazas al equilibrio institucional.
Sin embargo, el futuro no está escrito. La ciudadanía, las organizaciones civiles y las instituciones restantes tienen el poder de revertir esta tendencia. El camino hacia una democracia renovada exige participación activa, vigilancia constante y compromiso con los valores que nos definen como nación.
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