El asalto que sacudió a la minería mexicana
La madrugada parecía rutinaria para el transporte con número económico 104 de Fletes Durango, que cargaba 33 toneladas de concentrado de oro y plata del Grupo Minero Bacis. El destino: el puerto de Manzanillo, donde la preciada carga sería exportada, como tantas veces antes. Pero ese viaje jamás llegó a su fin.
En un tramo de la carretera Durango-Puerto Manzanillo, aún en el estado de Jalisco, el camión fue interceptado por dos vehículos blancos con cristales polarizados. A bordo, delincuentes fuertemente armados detuvieron el pesado transporte. En minutos, la escena se convirtió en un operativo delictivo: secuestraron al chofer y a los guardias de seguridad durante más de hora y media. Nadie pudo alertar a las autoridades.
El silencio de las autoridades y la incertidumbre
Tras su liberación, el personal acudió por sus propios medios a la caseta de Chapala para reportar los hechos ante la Guardia Nacional. Afortunadamente, ninguno resultó herido. El tractocamión fue localizado y recuperado, pero la carga —oro y plata con valor millonario— había desaparecido sin dejar rastro.
Hasta el momento, ni la Guardia Nacional ni la Fiscalía General de la República ni la fiscalía de Jalisco han emitido comunicados oficiales. La falta de información pública genera sospechas, desconcierto y un sentimiento de desprotección entre las empresas mineras.
Bacis paraliza operaciones y lanza advertencia
En un boletín oficial, Grupo Minero Bacis confirmó los hechos y expresó su profunda preocupación. Como medida preventiva, suspendió temporalmente sus operaciones en tanto no existan garantías para el resguardo de sus trabajadores.
«Lamentamos profundamente un asalto que no sólo nos afecta como empresa, sino que deteriora el giro del negocio minero y los ingresos del país», señala el comunicado.
El robo no sólo implica una pérdida económica: también evidencia una crisis estructural en la seguridad de los corredores industriales del país.
Una amenaza directa a la economía nacional
La carga sustraída no es menor. En un momento donde los precios de los metales preciosos se mantienen altos en los mercados internacionales, el valor de 33 toneladas de concentrado de oro y plata podría superar los cientos de millones de pesos.
El crimen organizado, con un creciente interés en el robo de metales y minerales, ha encontrado en la minería un blanco estratégico. Y con cada golpe, las consecuencias trascienden lo privado: las exportaciones se resienten, la inversión extranjera se repliega y la confianza en las rutas logísticas se debilita.
¿Quién garantiza la seguridad de los transportes mineros?
Este hecho revela la vulnerabilidad de las empresas mineras frente a los grupos delictivos, especialmente en rutas clave como Durango-Manzanillo, uno de los principales corredores de exportación del sector. Sin respuestas contundentes, se corre el riesgo de que hechos como este se repitan.
La falta de una estrategia efectiva de seguridad federal, así como la ausencia de información oportuna por parte de las autoridades, alimenta una sensación de impunidad que, en última instancia, impacta en los ingresos fiscales del país.
Un llamado urgente a proteger la minería
El robo a Grupo Minero Bacis es más que una nota roja: es una llamada de alerta. La minería representa uno de los pilares económicos de México. Pero mientras las empresas sigan enfrentando solas los riesgos de transportar sus productos, el país entero corre el riesgo de perder competitividad y confianza internacional.
Es hora de que las autoridades mexicanas respondan con la seriedad que amerita este tipo de crímenes. Porque detrás de cada tonelada robada, hay empleos, inversión y futuro en juego.
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