En la era de la Cuarta Transformación, México experimenta un regreso a sus raíces más profundas. La narrativa oficial ha impregnado la vida pública con un toque prehispánico que no solo embellece, sino que también reivindica nuestra herencia cultural. Desde ventiladores Ehécatl hasta el tren Kukulcán, cada proyecto nuevo lleva un nombre que conecta con las raíces ancestrales, simbolizando tanto el pasado glorioso como la visión de un futuro transformador.
Un legado lingüístico en la vida cotidiana
El uso de nombres en lenguas indígenas no es nuevo. Desde el nacionalismo revolucionario, figuras como López Portillo se obsesionaron con símbolos como Quetzalcóatl, y más recientemente, programas educativos y culturales en gobiernos previos también buscaron resaltar el carácter multicultural del país.
Sin embargo, la 4T ha llevado esta práctica a otro nivel. En lugar de limitarse a monumentos o festividades, cada nueva obra, programa o producto del gobierno lleva un nombre que honra el pasado:
- Ventiladores Ehécatl 4T: Inspirados en el dios del viento, para aliviar la crisis del COVID-19.
- Refinería Olmeca: Un homenaje a la civilización madre de Mesoamérica.
- Tren Kukulcán: Uniendo la cultura maya con la modernidad.
- Autos eléctricos Olinia: “Movimiento” en náhuatl, simbolizando un paso hacia un futuro sostenible.
¿Por qué esta obsesión con los nombres prehispánicos?
Para los defensores de esta estrategia, es una manera de dignificar la historia indígena, muchas veces olvidada o relegada al folclor. Al incorporar palabras en náhuatl, maya u otras lenguas originarias, se da visibilidad y relevancia a las culturas que dieron forma a México.
Además, es una herramienta narrativa poderosa: un nombre como «Ehécatl» no solo es atractivo, sino que también refuerza el mensaje de que cada proyecto es parte de un movimiento más grande, uno que pretende transformar profundamente al país.
¿Qué sigue? Imaginando futuros nombres
El éxito del enfoque de la 4T abre la puerta a nuevas posibilidades. Desde infraestructura hasta tecnología, cada sector podría adoptar nombres que fortalezcan esta narrativa:
- «Elótl» para una línea de alimentos de maíz.
- «Cenzontle», una red social progresista que simboliza los “mil trinos”.
- «Mítl», flecha en náhuatl, para un sistema de transporte urbano eficiente.
- «Totótl», para aviones de la renovada Mexicana de Aviación.
Incluso las iniciativas sociales podrían beneficiarse de nombres simbólicos que conecten con la identidad cultural: «Cuauhtémoc» para programas educativos, o «Cuitláhuac» para proyectos de desarrollo rural.
¿Un doctor en náhuatl? La imaginación al poder
Esta revolución cultural no solo se limita a la infraestructura o tecnología; también puede aplicarse en los nombres de roles o títulos. Imaginen cómo se diría «doctor» en náhuatl, dignificando a los profesionales de la salud desde su denominación.
El potencial es enorme. Cada nuevo bautizo es una oportunidad de revitalizar las lenguas indígenas, darles presencia en el día a día y construir una narrativa de orgullo cultural que una a los mexicanos en su diversidad.
Una identidad renovada
La Cuarta Transformación ha encontrado en los nombres prehispánicos una herramienta eficaz para transmitir su mensaje de cambio y unidad nacional. No se trata solo de palabras, sino de una estrategia para conectar el pasado con el presente, y proyectar una visión de futuro que celebre la riqueza cultural de México.
Mientras tanto, la pregunta queda en el aire: ¿qué será lo próximo en este renacer cultural? Quizá un día no solo llamemos a nuestras obras por nombres prehispánicos, sino que también podamos entenderlas y vivirlas desde una identidad verdaderamente incluyente.
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