La inversión en investigación y desarrollo continúa siendo uno de los mayores retos para México. Mientras los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) destinan en promedio un 3.02% de su Producto Interno Bruto (PIB) a este rubro, México apenas invierte un 0.27%, cifra muy por debajo incluso del promedio latinoamericano y caribeño, que se ubica en 0.62%.
El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Leonardo Lomelí Vanegas, advirtió que esta situación refleja profundas desigualdades estructurales que afectan la competitividad científica y tecnológica del país. La brecha no solo es económica, también se refleja en el número de investigadores, el registro de patentes y la capacidad de innovación.
Brechas en el número de investigadores
El déficit en inversión impacta directamente en la formación y consolidación de capital humano especializado. México cuenta con apenas 272 investigadores por cada millón de habitantes, una cifra baja en comparación con otras naciones: Argentina registra 1,296, España llega a 3,387 y países como Canadá o Japón superan los 5,000.
Esta diferencia limita la capacidad nacional para generar proyectos científicos de alto impacto y frena la participación de México en la carrera global por el conocimiento. Con menos especialistas, el país enfrenta obstáculos para cubrir áreas estratégicas como inteligencia artificial, biotecnología, energía renovable o exploración espacial.
Innovación tecnológica y rezago en patentes
El rezago también se hace evidente en la producción de patentes, un indicador clave de innovación tecnológica. En 2023, México registró 10,471 patentes, pero solo el 5% correspondió a residentes nacionales. En contraste, países líderes muestran porcentajes muy superiores: China con 89%, Japón con 76% y Estados Unidos con 47%.
Este bajo nivel de innovación propia refleja la dependencia tecnológica del país y su limitada capacidad para transformar conocimiento en productos o servicios de valor agregado. A largo plazo, esta situación repercute en la productividad y en la competitividad de la economía mexicana.
La UNAM como motor de investigación
A pesar de este panorama, la UNAM se mantiene como un pilar fundamental de la investigación en México. La institución cuenta con más de 6,500 académicos integrantes del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y una producción anual que supera las 7,200 publicaciones especializadas.
Durante la inauguración del Primer Coloquio “Divulgación de la investigación universitaria: una mirada desde los proyectos PAPIIT”, el rector Lomelí destacó la importancia del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT), que desde 2015 ha financiado 18,669 proyectos con la participación de 91,000 académicos y 96,000 estudiantes.
Tan solo en 2023, se apoyaron 1,884 proyectos, involucrando a 7,250 académicos y casi 9,000 estudiantes, lo que demuestra el papel activo de la universidad en la formación de nuevas generaciones de investigadores.
Impacto de los programas de apoyo a la investigación
En la última década, más de 25,000 becarios se han beneficiado de los programas de apoyo impulsados por la UNAM, con una inversión acumulada cercana a 4,000 millones de pesos, cifra 35% superior a la de 2015.
Este esfuerzo ha permitido no solo financiar proyectos científicos, sino también fomentar la divulgación y la cultura de la investigación en las aulas universitarias. La formación de estudiantes en proyectos de investigación temprana es clave para garantizar una generación de profesionales con mayor capacidad de innovación.
Desafíos y oportunidades para el futuro
El principal reto para México es cerrar la brecha de inversión frente a otras naciones. Sin recursos suficientes, los investigadores enfrentan dificultades para desarrollar proyectos competitivos a nivel internacional. Además, el país necesita fortalecer las políticas públicas que promuevan la colaboración entre universidades, sector privado y gobierno para acelerar la transformación del conocimiento en innovación.
La experiencia de países como Corea del Sur, que pasó de ser un importador de tecnología a un líder global en innovación, demuestra que el aumento sostenido en inversión en ciencia y tecnología puede transformar economías enteras. México tiene el talento humano, pero requiere estrategias de largo plazo y voluntad política para aprovecharlo.
La persistente desigualdad en la inversión en investigación en México pone en riesgo la capacidad del país para competir en un mundo donde la ciencia y la innovación marcan el rumbo del desarrollo. Aunque la UNAM y otras instituciones han demostrado un papel activo en la formación de investigadores y la producción de conocimiento, el esfuerzo no es suficiente sin una política nacional robusta y sostenida.
Invertir en ciencia no es un lujo, sino una necesidad estratégica para garantizar soberanía tecnológica, mejorar la calidad de vida y asegurar el futuro económico del país.


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