La violencia que atraviesa México volvió a generar una reacción social en las calles. Este jueves, dos marchas paralelas se realizaron en Guadalajara, Jalisco, con un mismo objetivo: exigir justicia y rechazar la violencia que afecta al país.
Una de las movilizaciones fue convocada por michoacanos residentes en Jalisco, quienes protestaron por el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ocurrido el pasado 1° de noviembre. La otra fue organizada por colectivos ciudadanos y grupos estudiantiles, en el marco de la jornada nacional contra la inseguridad.
Ambas protestas coincidieron en su carácter apartidista y en la necesidad de visibilizar la crisis de violencia estructural que, según los manifestantes, se ha profundizado por la falta de políticas efectivas de seguridad.
Michoacanos marchan por la paz y justicia para Carlos Manzo
La primera marcha comenzó en la glorieta Niños Héroes, donde entre 250 y 300 personas vestidas de blanco iniciaron una caminata simbólica “por la paz de Uruapan, Michoacán y de todo México”.
Con mantas, fotografías y mensajes de condolencia, los manifestantes recordaron al alcalde Carlos Manzo, asesinado a tiros mientras cumplía funciones públicas. En la protesta, los participantes insistieron en que el crimen no debe quedar impune y que es necesario detener la ola de violencia que golpea a Michoacán.
“Queremos alzar la voz para hacernos notar, que nos vean y que se den cuenta que no somos uno ni somos diez, somos todo el país”, expresó una participante a través de un altavoz.
La caminata recorrió avenida Chapultepec hasta el centro de la ciudad, en un ambiente pacífico y de respeto. Los organizadores subrayaron que la manifestación no respondía a intereses políticos ni partidistas, sino al deseo de honrar la memoria de Manzo y reclamar seguridad para las comunidades michoacanas.
Colectivos y estudiantes marchan contra la violencia estructural
Horas más tarde, alrededor de las 14:00 horas, partió desde el Parque Revolución una segunda manifestación, integrada por unos 150 participantes, en su mayoría jóvenes, colectivos ciudadanos y estudiantes de la Universidad de Guadalajara.
Portando pancartas con mensajes como “El país sangra, el pueblo resiste” y “Sin justicia no hay paz”, los manifestantes marcharon sobre avenida Juárez hacia el centro histórico.
Una joven integrante de la asamblea estudiantil enfatizó que la protesta “es apartidista, a diferencia de la programada para el 15 de noviembre, que podría tener otros fines”.
Los organizadores explicaron que la movilización “parte de un diagnóstico compartido entre varios grupos sociales, que reconocen que la violencia en México no es un fenómeno aislado, sino el resultado de un proceso geopolítico estructural donde el crimen organizado actúa como mecanismo de control territorial”.
En su pronunciamiento, los colectivos señalaron que Estados Unidos también juega un papel en la dinámica de la violencia al impulsar políticas hemisféricas que, en su visión, alimentan el narcotráfico y la dependencia militar en América Latina.
Un país cansado, pero con esperanza ciudadana
Las dos marchas transcurrieron en saldo blanco, sin incidentes ni enfrentamientos, y destacaron por el espíritu cívico y pacífico de sus participantes.
Tanto los michoacanos como los colectivos coincidieron en que la violencia ha dejado de ser un tema local para convertirse en un problema nacional, que exige una respuesta unificada de la sociedad civil.
En redes sociales, la etiqueta #MéxicoQuierePaz se volvió tendencia en Jalisco, con mensajes de apoyo y fotografías de las caminatas, que simbolizan la creciente preocupación por la crisis de inseguridad y la falta de justicia.
Varios participantes llamaron a no permitir la politización del dolor, señalando que el reclamo ciudadano debe mantenerse independiente de partidos o ideologías, centrado únicamente en la defensa de la vida, la paz y la justicia.
Contexto: violencia e impunidad, retos persistentes
México ha vivido un incremento sostenido en los índices de violencia durante los últimos años. En estados como Michoacán, Jalisco y Guerrero, los homicidios y desapariciones vinculados al crimen organizado se han convertido en una constante.
El asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, fue un nuevo golpe a la estabilidad política local y un recordatorio de los riesgos que enfrentan los servidores públicos en regiones con fuerte presencia de grupos criminales.
De acuerdo con organizaciones como Causa en Común, más de 60 alcaldes y funcionarios locales han sido asesinados en México en los últimos cinco años, lo que refleja un deterioro de la gobernabilidad en zonas clave del país.
Marchas ciudadanas por un México sin miedo
Las movilizaciones en Guadalajara representan un llamado urgente desde la sociedad civil para recuperar la paz y exigir justicia, más allá de colores políticos o intereses partidistas.
Tanto los michoacanos que lloran la pérdida de su alcalde como los jóvenes y colectivos que denuncian la violencia estructural coinciden en una consigna: México no puede normalizar la muerte ni la impunidad.
En tiempos donde la violencia parece cotidiana, estas marchas recuerdan que la ciudadanía aún tiene voz y esperanza, y que cada paso por la paz cuenta en la construcción de un país más justo y seguro.
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