México atraviesa un periodo de incertidumbre crítica, marcado por dos eventos sísmicos que sacuden sus cimientos: la implementación de una inédita y controversial reforma para elegir jueces por voto popular y una violenta fractura en el Cártel de Sinaloa que redibuja el mapa del crimen organizado con una brutalidad sin precedentes.
En un momento definitorio para su futuro, México se encuentra navegando en dos tormentas simultáneas que amenazan con converger. Por un lado, una audaz apuesta política que busca transformar el Poder Judicial desde sus raíces. Por otro, una implosión en el mundo del narcotráfico que ha desatado una nueva era de violencia. La gran interrogante es si un sistema de justicia en plena y polémica transición podrá hacer frente a un crimen organizado más fragmentado y sanguinario que nunca.
La Justicia en las Urnas: ¿Democracia o Caos?
Impulsada por la administración saliente de Andrés Manuel López Obrador y heredada por la presidenta Claudia Sheinbaum, la reforma judicial llevó a los mexicanos a las urnas en junio de 2025 para elegir a 881 jueces y magistrados federales, incluyendo a los nuevos integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
El argumento oficial, defendido por el partido gobernante Morena, es que la medida representa una «verdadera democracia» destinada a erradicar la corrupción y el nepotismo del sistema judicial. Sin embargo, la reforma ha sido recibida con escepticismo y alarma por críticos nacionales e internacionales. Organizaciones como la Barra de Abogados de Nueva York y la propia Administración de Control de Drogas de EE. UU. (DEA) han advertido sobre los graves riesgos.
Las principales preocupaciones son:
* Politicización del Poder Judicial: El temor de que el partido en el poder pueda extender su influencia sobre los tribunales.
* Falta de Capacidad Técnica: La posibilidad de que candidatos sin la experiencia necesaria lleguen a puestos clave.
* Infiltración del Crimen Organizado: La advertencia explícita de la DEA sobre el riesgo de que los cárteles puedan colocar a sus propios operadores en el sistema de justicia a través de su influencia electoral en ciertos estados.
Un dato crucial que añade complejidad al panorama es la bajísima participación ciudadana. Las estimaciones preliminares del Instituto Nacional Electoral (INE) sitúan la afluencia entre un 12.6% y un 13.3%, una cifra drásticamente inferior al 61% registrado en la elección presidencial de 2024, lo que pone en tela de juicio la fortaleza del mandato popular de los nuevos jueces.
El Mapa de la Violencia se Redibuja a Sangre y Fuego
Paralelamente a esta transformación institucional, el submundo criminal vive su propia convulsión. La histórica captura en 2024 de Ismael «El Mayo» Zambada, uno de los últimos líderes de la vieja guardia, provocó la fractura definitiva del Cártel de Sinaloa.
La organización se ha dividido en una guerra abierta entre dos facciones principales:
* «Los Chapitos»: Los hijos del encarcelado Joaquín «El Chapo» Guzmán.
* La facción de «El Mayo»: Los leales al capo recién capturado.
Esta ruptura ha desatado una ola de violencia sin precedentes en el bastión del cártel, el estado de Sinaloa. Según análisis de la organización ACLED, entre julio de 2024 y marzo de 2025, los enfrentamientos entre bandas y los ataques a civiles se cuadruplicaron en comparación con los ocho meses anteriores. La violencia, que antes se concentraba en zonas urbanas, ahora se ha extendido a las áreas rurales y a lo largo de las carreteras que conectan con puertos clave como Mazatlán.
Mientras Sinaloa implosiona, su principal rival, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), aprovecha el caos para expandir su influencia, consolidando su control sobre territorios estratégicos como el puerto de Manzanillo, en Colima, una puerta de entrada crucial para los precursores químicos utilizados en la fabricación de fentanilo.
Tormenta Perfecta: Cuando la Debilidad Institucional Choca con el Crimen
La convergencia de estos dos fenómenos crea un escenario de máximo riesgo para México. La estrategia de seguridad del gobierno, enfocada en la captura de altos capos (la «kingpin strategy»), ha demostrado históricamente que, si bien descabeza organizaciones, también genera fragmentación y picos de violencia.
Ahora, esta estrategia se aplica en un momento en que el propio sistema judicial, la herramienta fundamental para procesar a los criminales, está siendo desmantelado y reconstruido. La preocupación de la DEA es explícita: un sistema de elección popular de jueces, en un país con fuerte presencia territorial del narco, podría ser el vehículo perfecto para que el crimen organizado no solo evada la justicia, sino que la controle desde adentro.
México se enfrenta a la posibilidad de que una judicatura potencialmente inexperta, politizada y vulnerable tenga que hacer frente al desafío de seguridad más complejo de su historia reciente. La encrucijada es clara: o el país logra fortalecer sus instituciones a una velocidad récord, o corre el riesgo de que la balanza de poder se incline peligrosamente del lado del crimen.


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