En México, la Ley Federal del Trabajo contempla descansos diarios y espacios adecuados para la lactancia. Sin embargo, en la práctica, miles de mujeres encuentran obstáculos para ejercer este derecho. La falta de infraestructura en empresas, horarios rígidos y ausencia de apoyo institucional hacen que muchas madres interrumpan la lactancia antes de tiempo.
La psicóloga Ana Márquez explica que la lactancia no es un proceso sencillo, sino complejo y muchas veces solitario. La presión social por cumplir con la expectativa de “amamantar sin dificultad” genera frustración y puede detonar ansiedad o depresión.
Por su parte, Adriana Márquez, especialista en programas de salud, señala que la mayoría de los lugares de trabajo carecen de salas de lactancia o refrigeración para almacenar leche. Esto obliga a muchas mujeres a improvisar en espacios inadecuados como baños, afectando tanto la salud como la continuidad de la lactancia.
Salud mental, desigualdad y posibles soluciones
La presión social y laboral también se traduce en un sentimiento de culpa constante. Muchas mujeres deben elegir entre conservar su empleo o continuar la lactancia de manera óptima, lo que impacta en su salud emocional y en su desempeño laboral.
El panorama es aún más complicado en el sector informal, donde más del 50% de las trabajadoras carecen de prestaciones y protección legal. Esta desigualdad acentúa la vulnerabilidad y la interrupción temprana de la lactancia.
Como alternativas, expertas proponen crear espacios públicos para amamantar, fomentar horarios flexibles y ofrecer programas de asesoría profesional en lactancia. Algunas empresas que han implementado estas medidas reportan mejores tasas de retención de personal femenino y mayor productividad.
En conclusión, garantizar la lactancia en México requiere políticas integrales que reconozcan el impacto en la salud física y emocional de las madres y que reduzcan las brechas entre la ley y la práctica.


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