En Yucatán hay un mosquito curioso. Se llama Aedes albopictus, aunque la mayoría lo conoce como “mosquito tigre” por esas rayitas blancas que cruzan sus patas y cuerpo. Es más silencioso que su primo el Aedes aegypti, el principal transmisor del dengue, pero también puede contagiar ese virus y otros como zika o chikungunya.
Hasta ahí nada nuevo. Lo sorprendente es que los científicos de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) acaban de confirmar que este mosquito nace con una bacteria protectora dentro de él, una especie de escudo natural llamado Wolbachia.
Sí, así como lo lees. No fue infectado en laboratorio, no fue manipulado ni alterado por humanos. Simplemente… ya la traía puesta.
Una bacteria ‘protectora’
La Wolbachia no se ve. Vive dentro de las células del mosquito, como una inquilina invisible. No lo enferma, al contrario, le ayuda a defenderse de los virus que normalmente lo convertirían en un transmisor peligroso para los humanos.
Imagina una bacteria diminuta que actúa como una “interferencia” dentro del mosquito. Cuando este intenta hospedar un virus, por ejemplo, el del dengue, la Wolbachiaaltera el ambiente celular y evita que el virus se reproduzca con normalidad. El resultado es un mosquito que puede picarte, pero tiene menos capacidad de transmitir la enfermedad.
¿Cómo consiguió el mosquito tigre esta aliada microscópica? No la atrapó al volar ni la encontró en el agua. La heredó de su madre, y ella de la suya, y así sucesivamente durante miles, quizá millones de años. La Wolbachia se transmite de generación en generación, de los ovarios de una hembra a los huevos que pone. Por eso, cada nuevo mosquito Aedes albopictus ya nace con la bacteria en su interior.
Es una relación tan antigua que los científicos la llaman simbiosis: ambos se benefician. La bacteria encuentra un hogar y el mosquito obtiene ventajas reproductivas y defensas contra virus. Una alianza perfecta, sellada por la evolución.
De Asia al Caribe mexicano
El Aedes albopictus no es originario de México. Viajó de Asia a América, hace unas cuatro décadas, escondido entre llantas usadas y cargamentos que cruzaron el océano. Llegó a Estados Unidos en 1983, a Brasil en 1986 y a México en 1988. Y no vino solo: trajo a su bacteria consigo, dentro de cada huevo.
Es decir, la Wolbachia que hoy se encuentra en Mérida es la misma que habita en mosquitos asiáticos, una especie de “huésped viajera” que cruzó el mundo sin pasaporte, viajando en los cuerpos de sus anfitriones alados.
¿Y cómo supimos de su presencia en Yucatán?
En 2020, varios científicos de la UADY tomaron decenas de mosquitos muestra de colonias de la periferia de Mérida y los estudiaron en el laboratorio. Aquellas muestras de hace cinco años determinaron que esos mosquitos ya eran portadores de la bacteria Wolbachia.
El pasado lunes, otros investigadores de la UADY publicaron los resultados de un estudio que repetía las pruebas y encontraron que ahí siguen estos mosquitos infectados. Sin embargo, aclararon que la muestra es muy pequeña, de apenas unos 40 mosquitos hembras y machos, así que propusieron ampliar la investigación a otras regiones del estado.
Para este estudio, los científicos de la UADY analizaron mosquitos de zonas suburbanas de Mérida, como San Pedro Chimay, Hacienda Tahdzibichén y Tekik de Regil, y encontraron que 15 de 19 ejemplares ya portaban la bacteria.
Al comparar su material genético con muestras de todo el mundo, descubrieron algo interesante: las Wolbachia de Yucatán son casi idénticas (98 a 100% de coincidencia) con las que existen en Asia y Norteamérica, pero algo distintas de las brasileñas, es decir, las cepas se han mantenido estables pese a los miles de kilómetros y los años transcurridos.
UNA HISTORIA QUE PUEDE CAMBIAR LA LUCHA CONTRA EL DENGUE
Estos descubrimientos en la UADY podrían ayudar a controlar la población de mosquitos transmisores de dengue, zika y chikungunya. Pero hay algo que va todavía más allá:
En México y otras partes del planeta, científicos están experimentando con el primo del mosquito tigre, el Aedes aegypti, también transmisor de enfermedades. Al Aedes aegypti le introducen artificialmente la bacteria Wolbachiapara reducir la transmisión del virus.
Lo hacen criando millones de mosquitos en laboratorio, infectándolos con la bacteria y liberándolos en las ciudades.Con la bacteria activa en su interior, el Aedes aegypti era incapaz de transmitir la enfermedad y, al mismo tiempo, se reproducía y sus crías heredaban la bacteria.
Esta estrategia biológica revolucionaria ya ha reducido los casos de dengue en países como Australia, Brasil e Indonesia. En Tapachula, Chiapas, se hizo este experimento en 2017 con una reducción en los casos de dengue.
Pero en Yucatán el panorama es distinto. Aquí, los investigadores no tienen que introducir nada: la naturaleza ya hizo el trabajo. El Aedes albopictus tiene de forma natural las cepas A y B de Wolbachia, confirmadas por este estudio publicado en la revista Biology el lunes pasado.
Lo que hoy se sabe abre una puerta enorme. Si Aedes albopictus ya tiene esta bacteria “buena” de manera natural, podría convertirse en un aliado en lugar de un enemigo dentro de los programas de control del dengue.
Los expertos creen que, entendiendo mejor cómo funciona esta relación, se podrían diseñar estrategias que aprovechen esa misma Wolbachia local para fortalecer los esfuerzos de salud pública.
EL CASO EXITOSO DE HONDURAS
En Honduras, una pequeña revolución silenciosa está ocurriendo en el aire. En lugar de usar insecticidas o fumigaciones masivas, Médicos Sin Fronteras (MSF) decidió apostar por una solución natural y duradera: liberar mosquitos que no pueden transmitir enfermedades como el dengue, el zika o el chikungunya. Estos zancudos “especiales” fueron criados por el World Mosquito Program(WMP) con la bacteria Wolbachia, presente desde siempre en la naturaleza.
En la zona de El Manchén, en Honduras, MSF está liberando estos zancudos durante varias semanas para que se mezclen con los mosquitos locales y se reproduzcan. La magia ocurre en la siguiente generación. Los nuevos zancudos ya nacen con Wolbachia, porque la bacteria se transmite de madre a cría a través del huevo. Así, poco a poco, toda la población de mosquitos en el área termina cargando con esta aliada invisible. Y lo mejor es que no hay que repetir el proceso continuamente. Con solo seis meses de liberaciones, la Wolbachia se mantiene por sí sola en la comunidad, protegiendo a la gente de manera permanente.
En lugares donde se aplicó este método hace más de una década, las nuevas generaciones de mosquitos siguen naciendo con Wolbachia y los casos de dengue se redujeron drásticamente. Los expertos esperan que esta protección natural dure muchas décadas más. Además, el método es seguro, ecológico y sostenible: no afecta a las personas, ni a los animales, ni a las plantas.
Con esta estrategia, Médicos Sin Fronteras está demostrando que no siempre es necesario eliminar a los mosquitos para detener las enfermedades, sino transformarlos en aliados.


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