El crecimiento desordenado de la educación superior en México
La expansión de la educación superior en México ha sido notable en las últimas décadas, pero no siempre responde a un modelo estructurado. La pregunta central es: ¿existe un verdadero sistema de educación superior o solo una acumulación de instituciones sin planificación?
Si analizamos dos factores clave, la matrícula entre universidades públicas y privadas y la distribución de instituciones por estado, encontramos un patrón de crecimiento sin lógica clara, lo que afecta la eficiencia, la calidad educativa y el acceso equitativo a la educación superior.
¿Educación pública o privada? La desigualdad en la cobertura
A nivel nacional, el 65% de la matrícula universitaria está en instituciones públicas y el 35% en privadas. Sin embargo, la distribución no es uniforme:
- Estados con mayor porcentaje de estudiantes en universidades privadas: Yucatán y Chiapas (cerca del 50%).
- Estados donde más del 40% de la matrícula es privada: Querétaro, Puebla, Quintana Roo, Estado de México, Guanajuato y Jalisco.
- Estados donde menos del 20% estudia en universidades privadas: Tabasco, Guerrero, Campeche, Chihuahua, Sonora, Tlaxcala, Zacatecas y Sinaloa.
La pregunta es ¿por qué esta disparidad? Algunas posibles explicaciones incluyen:
- Falta de oferta pública suficiente en ciertas regiones, obligando a los estudiantes a recurrir a instituciones privadas.
- Percepción de mayor calidad en la educación privada en algunos estados.
- Preferencias económicas y trayectorias educativas diferenciadas por región.
Pero la realidad es que no existe un diagnóstico claro ni una estrategia para equilibrar el acceso a la educación superior, lo que deja a muchos estudiantes sin opciones accesibles o de calidad en su propio estado.
La distribución de universidades: ¿planeación o improvisación?
La diversidad de instituciones de educación superior en México no sigue un modelo estructurado de distribución, lo que genera desequilibrios en la oferta educativa.
Por ejemplo:
- Universidades Interculturales: hay 11 en el país, pero ninguna en Oaxaca, Yucatán, Colima o Nayarit.
- Universidades Tecnológicas: de las 119 existentes, casi la mitad (49%) se concentran en solo ocho estados, con Chihuahua, Coahuila, Hidalgo y Puebla liderando la lista.
- Universidades Politécnicas: el 37% de las 62 existentes están en Coahuila, Guanajuato, Hidalgo y Estado de México.
- Institutos Tecnológicos Estatales: Veracruz tiene 21, y en solo cuatro estados se concentran más de 10, sumando el 55% del total nacional.
Esto plantea una serie de preguntas fundamentales:
- ¿Cuál fue el criterio para decidir la ubicación de estas universidades?
- ¿Se tomó en cuenta la demanda laboral y el crecimiento económico de cada región?
- ¿Se ha evaluado la eficiencia de este modelo de distribución?
La falta de un sistema integrado provoca duplicaciones innecesarias, desigualdades en la oferta educativa y dificultades para la movilidad estudiantil dentro del país.
¿Más universidades o mejor organización del sistema educativo?
El gobierno actual ha impulsado la creación de nuevas instituciones como las Universidades Benito Juárez, la Universidad Rosario Castellanos y la Universidad de la Salud. En total, se han generado 330 mil nuevos espacios educativos, lo cual es positivo en términos de cobertura.
Sin embargo, sin una coordinación vertical y horizontal, el crecimiento de la educación superior sigue siendo desordenado y poco eficiente.
Desde hace 50 años existen las Comisiones Estatales para la Planeación de la Educación Superior (COEPES), pero sus resultados han sido limitados. En su lugar, el actual gobierno ha impulsado las Redes ECOS, un modelo que busca fortalecer la colaboración entre instituciones.
El reto sigue siendo transformar la acumulación de instituciones en un sistema coherente que responda a las necesidades del país.
Educación superior con visión de futuro
La educación superior en México necesita una reforma estructural basada en planificación y equidad. Más allá de abrir nuevas universidades, se requiere:
- Un sistema de planeación coordinado que evite desigualdades en la distribución de universidades.
- Mayor integración entre universidades públicas y privadas, garantizando acceso equitativo.
- Enfoques educativos alineados con las necesidades laborales de cada región.
- Evaluaciones constantes para medir impacto y calidad.
El crecimiento desordenado de la educación superior es un problema que no puede seguir posponiéndose. No se trata solo de construir más universidades, sino de organizar un sistema que realmente funcione.
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