Este año, la Secretaría de Salud del Gobierno Federal ha registrado un total de 5,948 diagnósticos de depresión en la península de Yucatán, una cifra que representa un aumento del 9 por ciento en comparación con el año anterior.
Sin embargo, pese a este aumento, especialistas consideran que la cifra aún no refleja la magnitud real del trastorno, ya que muchos casos permanecen sin detectar debido a barreras de acceso y subregistro en la atención de salud mental.
El Boletín de Vigilancia Epidemiológica de la dependencia federal de Salud muestra que Yucatán encabeza la lista con 3,712 casos, seguido de Campeche con 1,162 y Quintana Roo con 1,074, lo que confirma una tendencia ascendente en la región pese a los esfuerzos de prevención.
En comparación con 2024, Yucatán presenta un incremento de casi 800 diagnósticos, mientras que Campeche mantiene un comportamiento estable y Quintana Roo reporta una ligera disminución.
¿Qué está pasando?
De acuerdo con el presidente de la Red de Psicólogos de Quintana Roo, Cheroky Mena, esta aparente baja en el estado del Caribe no necesariamente implica una mejora, sino un subregistro asociado a la falta de detección y a la persistencia del estigma.
“Puede ser que haya menos casos o que simplemente se estén reportando menos. Es muy complicado saberlo porque hay un doble subregistro: por un lado, la gente no lo dice ni acude a servicios, y por otro, los profesionales muchas veces no tienen las herramientas para detectarlo”, explicó.
Destacó que la depresión ha dejado de ser un padecimiento marginal y se ha convertido en una de las principales causas de discapacidad emocional y laboral. Su impacto, no solo se refleja en los consultorios, sino en las aulas, los hogares y los centros de trabajo, donde cada vez más personas enfrentan cuadros depresivos sin buscar ayuda profesional.
“La depresión es un factor de riesgo hacia el suicidio. Hemos encontrado en promedio que en el 80% de los intentos de suicidio existe algún rasgo o rastro de depresión. No debe confundirse con una tristeza pasajera, sino con un estado físico y mental que incapacita incluso para realizar lo básico como bañarse o levantarse de la cama”, dijo.
Entre el silencio y la vulnerabilidad
De acuerdo con Mena, el miedo a ser juzgado sigue siendo una de las principales barreras para acceder a un diagnóstico oportuno. En muchos casos, la depresión se manifiesta de manera silenciosa, disfrazada de cansancio o desinterés, y no siempre es reconocida ni por quien la padece ni por su entorno cercano.
“Una persona con depresión puede experimentar falta de fuerza incluso para hacer lo básico. Ese desgaste físico y mental es lo que marca la diferencia con una simple tristeza. Cuando dejamos de disfrutar actividades que antes nos hacían felices, hablamos de anhedonia, la pérdida del placer”, detalló.
La desesperanza constante, la sensación de vacío y el aislamiento emocional son señales que, si se prolongan por más de dos semanas, deben considerarse motivo de atención médica. Sin embargo, el acceso a servicios especializados sigue siendo limitado en varias zonas de la península, sobre todo en comunidades rurales donde la salud mental aún se percibe como un tema “de ciudad”.
Factores biológicos, sociales y emocionales
El origen de la depresión puede ser múltiple. Según CherokyMena, los factores genéticos pueden predisponer a las personas a desarrollar cuadros depresivos, lo que se conoce como depresión endógena, mientras que los factores externos, como la pérdida de empleo, la violencia, el duelo o las crisis económicas, pueden detonar una depresión exógena.
“Nuestro cerebro también puede presentar padecimientos o predisposiciones genéticas. Desde la biología, el cuerpo puede nacer con una vulnerabilidad que favorece la depresión, pero cuando a eso se suma un entorno dañino o la falta de herramientas emocionales, el riesgo aumenta exponencialmente”, señaló.
El especialista recordó que el equilibrio mental no se limita a la ausencia de enfermedad, sino que implica un balance entre cuerpo, pensamientos, emociones, conducta y entorno. Cuando ese equilibrio se rompe, comienza a gestarse la depresión.
LAS ADICCIONES: UNA PUERTA DE ENTRADA PELIGROSA
A la par, el presidente de la Red de Psicólogos de Quintana Roo afirmó que la relación entre adicciones y depresión se ha convertido en un fenómeno cada vez más frecuente. El abuso de sustancias como el alcohol o la mariguana puede potenciar o detonar trastornos depresivos, especialmente en personas con antecedentes familiares o emocionales.
“El alcohol es un depresor del estado de ánimo. Quien lo consume de forma constante y sin control tiene un riesgo muy alto de desarrollar un trastorno depresivo, porque afecta la capacidad del cerebro para manejar el estrés y regular las emociones”, explicó Mena.
En el caso del tabaco, el especialista indicó que la relación es más directa con la ansiedad, aunque el síndrome de abstinencia puede agravar la sensación de malestar emocional y profundizar un cuadro depresivo preexistente.
NECESARIO ATENDER DESDE LA INFANCIA
Para Alim Yam, psicóloga especialista en terapia infantil, la prevención de los trastornos mentales debe comenzar en la infancia. La especialista advirtió que la mayoría de los adultos con depresión o ansiedad tuvieron carencias emocionales no atendidas durante sus primeros años de vida.
“La salud mental no aparece de la nada en la vida adulta. Es el resultado de aprendizajes, cuidados y experiencias que se van acumulando desde la infancia. Si no enseñamos a los niños a reconocer y expresar lo que sienten, crecerán con vacíos que pueden transformarse en ansiedad, depresión o adicciones”, señaló.
La psicóloga insistió en que la prevención debe ser constante y no limitarse a la atención en crisis.
“Así como llevamos a los niños al pediatra, aunque no estén enfermos, también deberíamos considerar revisiones psicológicas preventivas. Buscar apoyo psicológico no es un signo de debilidad, sino de responsabilidad. Si entendemos esto desde la niñez, estaremos formando generaciones más fuertes, capaces de afrontar sus problemas”, dijo.


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