Plan de paz de Trump. En medio de un invierno diplomático que parecía eterno, la expectativa volvió a encenderse en Kiev cuando las autoridades ucranianas confirmaron la llegada inminente del secretario del Ejército de Estados Unidos. Esta visita, marcada por la urgencia y el simbolismo, busca avanzar en el plan de paz de Trump, un proyecto que ha evolucionado en cuestión de días y que hoy se encuentra en una etapa decisiva. Para Ucrania, esta visita no es solo un trámite diplomático: es la oportunidad de moldear su futuro inmediato.
Un viaje que podría cambiar el curso de la guerra
Dan Driscoll aterrizará en Kiev antes de que termine la semana. Su misión, anunciada por Andrí Yermak, jefe de la oficina presidencial ucraniana, representa un momento crítico para el proceso diplomático. Tras meses de desgaste militar, político y emocional, Zelensky necesita resultados tangibles; la población necesita esperanza, y Estados Unidos necesita demostrar que su estrategia de mediación sigue viva.
El tono del anuncio fue claro: Ucrania está lista para acelerar negociaciones y avanzar hacia acuerdos concretos. No es casualidad que el mensaje viniera justo después de la conversación privada entre Yermak y Driscoll, donde ambos reconocieron el nuevo impulso logrado en Ginebra y Abu Dhabi.
Avances cruciales en el plan de paz de Trump
Hasta hace apenas unos días, el borrador del acuerdo parecía inclinar la balanza hacia Moscú. El documento inicial, entregado por Driscoll en su primera visita, incluía concesiones sensibles para Kiev, como la cesión de territorios en el Donbás aún no ocupados y la renuncia explícita a ingresar en la OTAN, una línea roja para Zelensky desde el inicio del conflicto.
Sin embargo, el equipo ucraniano, apoyado por socios europeos, logró en Ginebra modificar el borrador y eliminar los puntos que ponían en riesgo su soberanía. Lo que ocurrió en esa sala de reuniones es, según Yermak, “un fundamento sólido para una salida pactada”.
Ahí, precisamente, comenzó a tomar forma la versión actual del plan de paz de Trump: más equilibrada, más realista y, sobre todo, más cercana a lo que Ucrania considera aceptable.
Pero no todo fueron aplausos. Moscú rechazó inmediatamente los cambios, aunque no abandonó las conversaciones. Al contrario: asistió a la siguiente reunión en Abu Dhabi, donde Driscoll se reunió con emisarios rusos y con Kirilo Budánov, jefe de la inteligencia militar ucraniana. El diálogo sigue vivo, aunque tenso, y cada encuentro parece mover una pieza distinta del rompecabezas.
Un equilibrio frágil entre tres líderes
Mientras tanto, Zelensky busca una reunión directa con Donald Trump antes de fin de mes. Lo necesita para negociar “las cuestiones más sensibles”, aquellas que nunca se escriben completamente en los documentos y que solo se discuten cara a cara.
Pero Trump fue firme: solo aceptará recibirlo si tanto Zelensky como Vladimir Putin están cerca de un acuerdo. La diplomacia, en este caso, se vuelve una carrera contra el reloj y contra los intereses políticos de tres líderes que no pueden permitirse retroceder.
Y en paralelo, desde el Air Force One, Trump anunció un nuevo movimiento estratégico: su enviado especial, Steve Witkoff, viajará a Moscú para reunirse con Putin. Incluso dejó abierta la posibilidad de que Jared Kushner lo acompañe, una señal clara de que busca dar a su iniciativa un rostro político familiar y reconocible.
Hacia un final incierto, pero posible
En medio de declaraciones turbias y reuniones secretas, se filtra una verdad irrefutable: las partes están más cerca que nunca de acordar un marco común. Trump asegura que de los 28 puntos del plan original, solo unos pocos siguen generando desacuerdo.
Nadie en Kiev ni en Washington se atreve a afirmarlo. Pero la llegada de Driscoll renueva la sensación de que este esfuerzo podría culminar en un anuncio histórico.
Y así, mientras el mundo observa, Ucrania se prepara para recibir al hombre que trae bajo el brazo la versión más reciente del plan de paz de Trump, un documento que podría —por fin— abrir la puerta a una salida del conflicto.
Al final, la pregunta ya no es si el plan funciona, sino si podrá resistir el escrutinio de los tres mandatarios que deciden el destino de millones. El reloj avanza, la diplomacia se acelera y el plan de paz de Trump se convierte, una vez más, en la pieza central de la esperanza internacional.


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