Hablar sobre el dueño de la Virgen de Guadalupe es abordar uno de los casos más sorprendentes de propiedad intelectual en México. Aunque la imagen es un símbolo espiritual y cultural profundamente arraigado, su historia legal revela episodios inesperados que generaron polémica y discusión pública. Durante años, el registro de su uso comercial pasó por las manos de particulares, instituciones religiosas y dependencias oficiales, lo que provocó dudas sobre la protección de un ícono tan importante.
Cada 12 de diciembre, millones de fieles celebran a la “Morenita” en la Basílica del Tepeyac, pero pocos saben que su imagen llegó a tener un propietario legal desde el punto de vista comercial. Entender cómo ocurrió esta situación requiere revisar documentos, antecedentes y testimonios que explican cómo se otorgaron permisos y quién figuró en esos registros.
¿Quién fue el dueño de la Virgen de Guadalupe en el IMPI?
Según archivos periodísticos, en 2002 el empresario de origen chino Wu You Lin logró registrar legalmente la imagen ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial. Este registro lo convirtió temporalmente en el dueño de la Virgen de Guadalupe desde el ámbito comercial, otorgándole permiso exclusivo para reproducir la figura en productos de la Clase 28. Esta categoría incluía artículos deportivos, juguetes y objetos recreativos.
El trámite tuvo un costo de poco más de dos mil pesos, lo que generó indignación entre fieles y comerciantes que desconocían que una imagen de tal valor emocional podía ser registrada por un particular. A pesar de ello, el proceso cumplía con los requisitos legales, lo que puso en evidencia las lagunas jurídicas existentes para proteger figuras de relevancia cultural.
La noticia tuvo repercusión nacional, ya que muchos se preguntaban cómo era posible que un símbolo religioso pudiera ser reclamado comercialmente por una persona física. El debate no solo se centró en el registro, sino en la necesidad de regular el uso de imágenes consideradas patrimonio cultural o espiritual del país.
La Basílica también cedió derechos comerciales
Un año después del registro del empresario chino, la situación dio un giro inesperado. La propia Basílica de Guadalupe —institución encargada del culto guadalupano— vendió derechos comerciales de la imagen a una mujer identificada como María Teresa Herrera Fedyk. Este acuerdo la convirtió en la única persona autorizada para lucrar con la imagen mediante objetos como veladoras, joyería, llaveros y regalos religiosos.
Más adelante, Herrera Fedyk afirmó que la Basílica ya había vendido previamente esos derechos a un hombre llamado Othón Corona, lo que generó confusiones sobre quién era realmente el dueño de la Virgen de Guadalupe en términos mercantiles. La cadena de permisos, acuerdos y declaraciones puso en evidencia la falta de un control institucional claro sobre el uso comercial de la imagen.
Con el paso de los años, los derechos registrados por el empresario chino caducaron al no renovarse. Hasta la fecha, no existe información oficial que determine quién posee actualmente los permisos comerciales vigentes, si es que aún existen en activo. Lo cierto es que cualquier persona puede encontrar la imagen en artesanías, estampas o artículos religiosos sin restricciones aparentes.
El registro de marcas y la imagen guadalupana
Para comprender mejor este caso, es necesario revisar cómo funciona el sistema de propiedad intelectual del IMPI. Registrar una marca implica obtener derechos exclusivos de explotación durante diez años, con posibilidad de renovación. El proceso consiste en clasificar el producto o servicio, buscar antecedentes, presentar la solicitud y pagar la cuota correspondiente.
Este mecanismo permite proteger creaciones comerciales, pero en el caso de la imagen guadalupana generó controversia, ya que se trata de un símbolo religioso e histórico con siglos de arraigo. Sin embargo, mientras una imagen no esté protegida explícitamente por el Estado o considerada patrimonio bajo restricciones especiales, puede ser registrada.
El debate en torno al dueño de la Virgen de Guadalupe también abrió la discusión sobre el patrimonio intangible del país. Muchos especialistas argumentan que este tipo de representaciones deberían contar con un blindaje legal que evite su apropiación por particulares, sobre todo cuando forman parte de la identidad nacional.
La Virgen en la fe e identidad mexicana
La Virgen de Guadalupe no solo es una imagen religiosa; es un símbolo que ha moldeado la identidad cultural del país durante casi cinco siglos. Antes de la evangelización, el Tepeyac ya era un lugar sagrado dedicado a Tonantzin, la madre de los dioses para los pueblos originarios. Con el tiempo, la figura guadalupana se convirtió en un puente espiritual entre las creencias prehispánicas y la fe católica.
A pesar de las disputas legales y los registros comerciales, la devoción hacia la Virgen permanece intacta. Para la mayoría de los mexicanos, su imagen no pertenece a ningún individuo ni institución: pertenece a su fe, a su historia y a su cultura. Más allá de cualquier expediente del IMPI, su presencia continúa viva en procesiones, hogares, templos, murales, canciones y tradiciones que forman parte esencial de la vida nacional.
A más de 480 años de su supuesta aparición, la Virgen de Guadalupe sigue siendo uno de los pilares espirituales más importantes del país. Aunque su imagen haya figurado alguna vez en documentos legales, su significado trasciende cualquier trámite administrativo y continúa siendo un símbolo de unidad y esperanza para millones.


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