Ben Grimm siempre fue mucho más que músculo y fuerza bruta. Desde su primera aparición en los cómics, La Mole ha encarnado la tragedia del héroe deformado: un hombre atrapado en un cuerpo que no eligió. Pero en ‘Los 4 Fantásticos: Primeros pasos’, esa dimensión se pierde. La cinta, que promete relanzar al grupo más emblemático de Marvel, olvida a su personaje más complejo justo cuando más lo necesitaba.
Un equipo renovado, pero con desequilibrios
El filme introduce con solvencia a Reed Richards como un genio torturado por sus decisiones, a Sue Storm como estratega emocional y a Johnny Storm con un carisma más maduro. Todos tienen desarrollo. Todos evolucionan.
Excepto uno.
La Mole queda relegada a breves escenas, sin arco ni conflicto. A pesar del esfuerzo del actor Ebon Moss-Bachrach, el guion parece no saber qué hacer con él. Lo que debió ser su drama, su carga emocional, queda en el montaje.
El personaje más humano, sin humanidad
En adaptaciones anteriores —aun las fallidas— Ben Grimm era el corazón del equipo. Su dolor por no poder volver a ser humano, su frustración con su destino, e incluso la culpa de Reed por no poder salvarlo, eran los ejes emocionales.
En esta película, esa complejidad desaparece.
La Mole parece estar conforme con su vida como celebridad, piloto y fortachón del grupo. Sin dilema. Sin conflicto. Sin alma.
Escenas recortadas y subtramas perdidas
Incluso cuando se insinúa una historia romántica con un personaje interpretado por Natasha Lyonne, todo se diluye en escenas inconexas. Parecen migajas de un arco mayor que fue eliminado en sala de edición.
Y lo que queda son unos cuantos chistes y acción breve.
La emblemática frase “¡Es la hora de las tortas!” aparece, pero es lo único que le recuerda al público por qué amaban a La Mole.
La irrelevancia de Ben Grimm como reflejo de la película
El error de fondo no es solo narrativo, sino conceptual.
¿Cómo puedes contar la historia de los Cuatro Fantásticos sin desarrollar al personaje que carga con el mayor costo humano del accidente?El olvido de La Mole deja un hueco emocional enorme, que ni los cameos ni el hype por Galactus logran llenar.
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