Por segunda vez, Kalimba enfrenta a la justicia por abuso sexual. Pero el juego ha cambiado. Tras una audiencia crítica en el Reclusorio Oriente, su defensa se tambalea. ¿Estamos presenciando el colapso de una estrella o el preludio de su vindicación más controvertida?
El fantasma del pasado legal de Kalimba ha vuelto con una fuerza devastadora. La acusación de abuso sexual presentada por la cantante Melissa Galindo ha llegado a un punto de no retorno: la «audiencia intermedia». Este enfrentamiento en los juzgados del Reclusorio Oriente no es solo un trámite; es el campo de batalla donde se ha definido el arsenal con el que cada parte irá a la guerra. Y para Kalimba, las primeras noticias no son buenas.
La audiencia intermedia: Un golpe devastador para la defensa
El pasado 19 de mayo de 2025, tras cuatro aplazamientos a lo largo de un año, finalmente se celebró la audiencia clave en el caso. El propósito de esta cita es filtrar las pruebas: el juez decide qué argumentos y evidencias son válidos para ser presentados en el juicio oral. El resultado fue un golpe casi letal para el equipo legal del cantante.
La abogada de Melissa Galindo reveló que la mitad de las pruebas presentadas por la defensa de Kalimba fueron excluidas por «violaciones flagrantes» al código procesal. Esta decisión judicial es mucho más que un revés técnico; sugiere que la estrategia de defensa podría estar basada en «mañas» o en evidencia débil, dejando al ex-OV7 en una posición de clara desventaja de cara al juicio. La fiscalía, envalentonada por esta victoria, ha dejado clara su intención: buscar una condena de prisión y una reparación del daño, que incluye una disculpa pública.
«No pediré disculpas por algo que no hice»: La arriesgada apuesta de Kalimba
A pesar del sombrío panorama legal, Kalimba mantiene una postura de desafiante serenidad. Vinculado a proceso por «abuso sexual agravado» desde abril de 2024 pero llevando su caso en libertad, su estrategia pública se basa en dos pilares: su fe y su pasado. Constantemente recuerda su exoneración en un caso similar en 2010, intentando construir una narrativa en la que él es la víctima recurrente de acusaciones falsas.
Su negativa a ofrecer una disculpa es una apuesta de todo o nada. «No puedo estar dispuesto a pedir una disculpa de algo que no hice», declaró firmemente. Si es absuelto, su postura lo hará ver como un hombre íntegro que resistió la presión. Si es condenado, parecerá arrogante y sin remordimiento, lo que podría influir en la severidad de su sentencia.
Este caso se ha convertido en un referéndum sobre la evolución de la percepción social. En la era post-#MeToo, la paciencia del público y, potencialmente, de la justicia, es mucho menor. Kalimba está apostando a que los hechos legales, tal como él los ve, prevalecerán sobre el cambio cultural. Sin embargo, la realidad es que está librando dos batallas simultáneas: una dentro del tribunal, donde su defensa acaba de ser diezmada, y otra en la corte de la opinión pública, donde el veredicto podría ser aún más implacable, sin importar el resultado legal.


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