Facundo, reconocido presentador y personalidad televisiva, sorprendió a sus seguidores al revelar que enfrenta una fuerte crisis económica. En una confesión sincera desde el interior de La Casa de los Famosos México 3, admitió que la situación financiera fue el principal motivo para aceptar formar parte del reality show.
“Si yo estuviera millonario, no entraba. Es chamba, es pantalla, es trabajo”, expresó con honestidad, mostrando que su decisión no fue simplemente por fama, sino por necesidad económica. Facundo recordó que su último programa de radio fue el 2 de diciembre y que extraña a la audiencia que lo seguía fielmente, pues esa era una fuente importante de ingresos para él.
Un laboratorio emocional: reflexiones desde el encierro
Más allá del aspecto laboral, el reality se convirtió en un espacio de introspección para Facundo. El encierro le permitió detenerse a pensar en aspectos vitales como su salud, sus relaciones y la cotidianidad que antes daba por sentado.
En un momento especialmente revelador, el conductor admitió que había dejado un tratamiento médico confiando en una alternativa que creía igual de efectiva, lo que deterioró su salud. “No lo voy a volver a hacer… me estaba poniendo muy malo”, afirmó, mostrando su renovada gratitud hacia la medicina tradicional.
Humor y sinceridad: la dualidad de Facundo en la casa
Dentro del reality, Facundo mantiene el humor que lo caracteriza, alternándolo con momentos de profunda reflexión. Él evalúa cada proyecto con una sola pregunta: “¿Me la voy a pasar bien, sí o no?” Si la respuesta es negativa, ni el dinero ni las condiciones lo convencen.
Esta mezcla de risas y bajones emocionales es parte del proceso que ha vivido dentro de La Casa de los Famosos México 3. A través de la convivencia, Facundo reconoce que esta experiencia lo ha cambiado profundamente: “Sales de aquí siendo otra persona… valoras muy cabrón una plática con tus hijos”.
La importancia del cariño y la familia en tiempos de aislamiento
El encierro ha dejado en Facundo una gran nostalgia por los pequeños placeres de la vida: dormir en su cama, comer su comida y andar en bicicleta, hoy lujos que añora. Su relato incluyó también la necesidad de contacto físico y emocional que surgen en la convivencia forzada.
“Aquí la gente se empieza a abrazar más, a tocar más… a mí sí me pasa que me hace falta el cariño”, confesó. Extraña las llamadas diarias con su madre y las conversaciones con su pareja, una dependencia emocional que nunca había experimentado tan intensamente.


TE PODRÍA INTERESAR