La empresa Anthropic, conocida por su chatbot de inteligencia artificial Claude, acordó pagar al menos 1,500 millones de dólares para resolver una demanda colectiva en Estados Unidos. La controversia surgió porque la compañía utilizó libros sin autorización de sus autores para entrenar su IA, según documentos judiciales presentados el viernes.
Justin Nelson, abogado de los demandantes, calificó el acuerdo como “histórico”, señalando que supera cualquier recuperación previa por derechos de autor en la era de la IA. La resolución marca un precedente importante sobre el uso de obras protegidas para entrenar modelos de inteligencia artificial.
Los autores demandantes y las acusaciones
La demanda fue presentada por los escritores Andrea Bartz, Charles Graeber y Kirk Wallace Johnson, quienes afirmaron que Anthropic había copiado ilegalmente sus libros para desarrollar Claude, el competidor directo de ChatGPT.
Según los autores, la práctica de la empresa no solo violaba sus derechos, sino que también implicaba la descarga masiva de libros pirateados, creando una biblioteca digital sin autorización que fue utilizada para entrenar la inteligencia artificial.
La decisión judicial y el concepto de “uso legítimo”
En junio, Anthropic obtuvo una victoria parcial. El juez federal de San Francisco, William Alsup, determinó que el entrenamiento de los modelos de IA con los libros, ya fueran comprados o pirateados, transformó las obras de manera significativa, constituyendo un “uso legítimo” según la ley de derechos de autor estadounidense.
El juez explicó en su fallo de 32 páginas que el uso transformador de los libros para entrenar la IA no violaba los derechos de autor, siempre que se respetara la naturaleza del contenido y su finalidad educativa o de investigación.
La infracción y la biblioteca digital pirateada
Sin embargo, el juez también dictaminó que descargar millones de libros pirateados para crear la biblioteca digital de Anthropic sí constituyó una infracción. Esto llevó a que la empresa optara por resolver la demanda mediante un acuerdo financiero, evitando un litigio prolongado.
El acuerdo cubrirá aproximadamente 500 mil libros, con un pago estimado de 3 mil dólares por obra, lo que representa cuatro veces la indemnización mínima legal según la ley estadounidense de derechos de autor.
Medidas adicionales de Anthropic
Como parte del acuerdo, Anthropic destruirá los archivos pirateados originales y cualquier copia derivada. No obstante, la compañía mantendrá los derechos sobre los libros que adquirió y escaneó de manera legal, protegiendo así su capacidad de seguir entrenando modelos de IA con materiales legítimos.
Aparna Sridhar, abogada de Anthropic, declaró que la empresa continúa comprometida con el desarrollo de sistemas de IA seguros, que ayuden a personas y organizaciones a ampliar capacidades, impulsar descubrimientos científicos y resolver problemas complejos.
Reacciones de la industria y el mensaje a los creadores
Mary Rasenberger, directora ejecutiva del Gremio de Autores, destacó que el acuerdo envía un mensaje contundente a la industria de la IA: existen consecuencias legales cuando se utilizan obras de autores sin permiso.
El caso pone sobre la mesa la necesidad de regulación y ética en el entrenamiento de modelos de inteligencia artificial, especialmente cuando se utilizan obras protegidas por derechos de autor.
Próximos pasos judiciales
Aunque se ha llegado a un acuerdo, este aún debe ser aprobado por el juez Alsup. Una audiencia está prevista para el próximo lunes en el tribunal federal de San Francisco, donde se formalizará la resolución y se confirmarán los términos finales del acuerdo.
El caso de Anthropic representa un punto de inflexión en la relación entre derechos de autor e inteligencia artificial. El pago de 1,500 millones de dólares, la destrucción de archivos pirateados y el refuerzo del uso legal de obras, subrayan la importancia de respetar la propiedad intelectual en la era digital.
Este acuerdo histórico marca un precedente que probablemente influirá en la forma en que las empresas de IA entrenan sus modelos, asegurando que los creadores reciban reconocimiento y compensación por sus obras, mientras la industria avanza hacia prácticas más éticas y reguladas.


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