Dallas tiene un pasado glorioso que pesa demasiado y que se manifiesta cada vez que el calendario avanza hacia diciembre. La eliminación en la semana 16 no fue un accidente aislado, sino el reflejo de una narrativa que se repite desde hace casi tres décadas, una historia donde la expectativa siempre supera al resultado final y la presión termina por consumir a la franquicia.
Desde que el equipo de la estrella solitaria encadenó una breve racha ganadora de tres juegos bajo el mando de Brian Schottenheimer, la ilusión se transformó en frustración. Tres derrotas consecutivas, incluida la sufrida en Arlington ante los Cargadores de Los Ángeles, sellaron una eliminación temprana que volvió a dejar al proyecto bajo la lupa. En ese contexto, Dallas quedó fuera de la postemporada mientras el estadio se vaciaba con una sensación conocida: la de otro año perdido.
Un legado que no deja avanzar
Hablar de la última consagración en el Supertazón es remontarse a enero de 1996, cuando la franquicia levantó el trofeo tras vencer a Pittsburgh. Aquella noche se convirtió en una referencia permanente, casi en una carga simbólica que acompaña cada temporada. Dallas ha vivido desde entonces de recuerdos, camisetas históricas y una narrativa de grandeza que no encuentra eco en el presente.
Las millonarias inversiones de Jerry Jones buscaban romper ese ciclo. La extensión récord del contrato de Dak Prescott fue interpretada como una declaración de intenciones, una apuesta total por el presente. Sin embargo, la realidad volvió a ser dura y Dallas terminó pagando el precio de una estructura que no logra sostenerse cuando la exigencia aumenta.
Diciembre como punto de quiebre
El cierre de la temporada regular volvió a exponer fragilidades. Tras vencer a Kansas City en la semana 13, el equipo no volvió a ganar. Las derrotas ante Detroit, Minnesota y Los Ángeles no solo significaron tropiezos en la tabla, también fueron golpes anímicos que dejaron sin margen de reacción. Dallas perdió el control de la carrera por la NFC Este y observó cómo Filadelfia aseguraba el liderato.
En ese lapso, la ofensiva mostró destellos iniciales que se diluyeron con rapidez. Prescott conectó pases de anotación en las primeras series ante los Cargadores, pero después las diagonales se cerraron. La eliminación se confirmó por segundo año consecutivo y Dallas volvió a ser tema de debate nacional, no por su éxito, sino por su incapacidad de sostenerlo.
La otra cara del partido en Arlington
Mientras la eliminación se consumaba, los Cargadores consolidaban su momento. Justin Herbert lideró una actuación sólida, combinando pases de anotación con una carrera decisiva. Su equipo encontró ritmo desde la primera mitad y nunca permitió que el juego se inclinara. Dallas observó cómo el rival aprovechaba cada oportunidad, una diferencia clave en partidos de alta presión.
La eficiencia de Los Ángeles contrastó con la inconsistencia local. Herbert, incluso con protección en la mano izquierda, manejó el partido con temple. Del otro lado, Dallas careció de respuestas defensivas y dejó escapar un encuentro que definía su destino.
Declaraciones que resumen una era
Las palabras de Jerry Jones tras la eliminación fueron directas. Asumió la responsabilidad y reconoció el peso de las decisiones tomadas. No fue la primera vez que el dueño afrontó un cierre sin títulos, pero cada temporada sin playoffs profundiza la percepción de estancamiento. Dallas sigue siendo una de las franquicias más valiosas del deporte, aunque su rendimiento deportivo no acompañe esa magnitud.
La presión mediática y de la afición no disminuye. Cada movimiento es analizado, cada derrota amplificada. En ese escenario, Dallas enfrenta el desafío de reconstruir credibilidad sin renunciar a su identidad histórica.
Un panorama de liga que no espera
La semana 16 dejó movimientos relevantes en toda la NFL. Pittsburgh se aferró a una victoria dramática ante Detroit, mientras otros equipos aseguraban su lugar en la postemporada. En la AFC, Buffalo y Jacksonville mantuvieron su paso firme, y la lucha divisional se intensificó en el Oeste con resultados que apretaron la tabla.
Para Dallas, estos marcadores ajenos solo reforzaron la sensación de oportunidad perdida. Mientras otros ajustan rumbo en el momento justo, la franquicia texana vuelve a mirar los playoffs desde casa, acumulando preguntas sobre su futuro inmediato.
El reto de romper la narrativa
Más allá de estadísticas y contratos, el gran desafío es mental. La historia pesa, las expectativas ahogan y cada derrota alimenta el relato de fracaso. Dallas necesita redefinir su camino, construir victorias en los momentos clave y dejar de vivir a la sombra de su pasado glorioso.
El cierre de la temporada abre un periodo de reflexión. Cambios tácticos, decisiones en el cuerpo técnico y ajustes en el roster serán inevitables. Dallas sabe que no basta con nombres ni con inversión; la transformación debe ser profunda para que la historia deje de repetirse.
Mirar al futuro sin olvidar el pasado
La afición exige resultados y la liga no concede tregua. Cada año sin Supertazón amplía la brecha entre el recuerdo y la realidad. Dallas se encuentra en una encrucijada donde seguir apostando por el mismo camino puede resultar cómodo, pero insuficiente.
Romper la sequía implica asumir riesgos y aceptar que la grandeza histórica no garantiza triunfos presentes. Dallas tiene la oportunidad de redefinirse, de convertir la presión en impulso y de escribir un capítulo distinto, uno que no dependa solo de lo que fue, sino de lo que puede volver a ser.


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