El acusado: JJ Redick, el entrenador novato de los Lakers. El cargo: una soberbia y falta de temple que amenazan con descarrilar un proyecto deportivo de miles de millones. Su reciente arrebato en rueda de prensa no es un incidente aislado, es un síntoma de un problema más profundo que el banquillo de oro y púrpura no puede permitirse.
Cuando los Lakers apostaron por JJ Redick, un analista de medios sin un solo minuto de experiencia como entrenador profesional, sabían que asumían un riesgo. El argumento era que su mente analítica, su conexión con la nueva generación de jugadores y su relación con LeBron James compensarían la falta de tablas. Sin embargo, los últimos acontecimientos ponen sobre la mesa una pregunta incómoda: ¿es su temperamento su talón de Aquiles?
El episodio en la sala de prensa, donde se encaró con un periodista por una pregunta legítima sobre sus rotaciones, es una prueba de cargo. No fue la pregunta, sino la reacción. Redick no vio una interpelación profesional, sino un ataque personal a su «inexperiencia». Esa piel tan fina es una bandera roja del tamaño del Crypto.com Arena.
El Juicio de la Presión: No es ESPN, es el Banquillo de los Lakers
Ser entrenador de Los Angeles Lakers es uno de los trabajos más escrutados del deporte mundial. No es un plató de televisión donde puedes controlar la narrativa. Es una picadora de carne mediática donde cada decisión, cada palabra y cada gesto son analizados hasta la extenuación. Redick parece no haber entendido la magnitud del puesto que ocupa.
Su reacción, interpretada por muchos como «infantil» y defensiva, revela una incapacidad para manejar la presión. Si una pregunta sobre sustituciones lo descompone, ¿qué pasará en un séptimo partido de playoffs? ¿Cómo gestionará el ego de un vestuario con estrellas como LeBron James y, según los rumores, una posible llegada de otra gran figura? La autoridad de un entrenador no se impone con arrebatos, se gana con compostura y decisiones acertadas bajo fuego.
El Veredicto: Más Allá de la Pizarra
El problema no es si Redick sabe o no de baloncesto. Nadie duda de su coeficiente intelectual baloncestístico. El problema es el liderazgo y la inteligencia emocional. Phil Jackson, Pat Riley… los grandes entrenadores de los Lakers eran maestros de la psicología y la gestión de medios. Sabían cuándo lanzar un dardo y cuándo absorber un golpe. Redick, por ahora, solo sabe contraatacar.
La sentencia es dura pero necesaria: si JJ Redick no aprende a dominar su propio ego y a aceptar la crítica como parte del trabajo, será devorado por el monstruo mediático que él mismo está alimentando. Su brillantez táctica no servirá de nada. Los Lakers no necesitan un genio de la pizarra que se desmorona ante la primera crítica. Necesitan un líder imperturbable. Redick está en el banquillo de los acusados, y su principal enemigo no es un rival en la cancha, sino su propio reflejo en el espejo. El tiempo corre, y en Los Ángeles, la paciencia es un lujo que no existe.


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