Abajo 3-0 y con la soga al cuello, los Edmonton Oilers firmaron una de las remontadas más memorables en la historia reciente de la Stanley Cup. Liderados por un discurso de vestuario y la magia de Leon Draisaitl, demostraron que en los playoffs, el corazón puede más que la lógica.
En el deporte, hay momentos que desafían toda lógica, noches en las que la narrativa de una serie se reescribe no con estadísticas, sino con pura voluntad. El Juego 4 de la Final de la Stanley Cup 2025 fue una de esas noches. Los Edmonton Oilers, abajo 3-0 en el primer periodo y pareciendo destinados a un déficit de 3-1 en la serie contra los Florida Panthers, protagonizaron una remontada espectacular, culminando en una victoria por 5-4 en tiempo extra para empatar la serie 2-2.
Del abismo a la gloria: Un primer periodo de pesadilla
El inicio del partido no pudo ser peor para Edmonton. Penalizaciones consecutivas, incluyendo una larga de 5 contra 3, permitieron a los Panthers desatar una tormenta. Goles de Matthew Tkachuk (dos) y Anton Lundell silenciaron a los aficionados de los Oilers, estableciendo un marcador de 3-0 que parecía insuperable. Florida, un equipo que ostentaba un récord casi perfecto cuando lideraba después de un periodo, tenía a los Oilers exactamente donde quería.
El entrenador Kris Knoblauch, frustrado, no tuvo más opción que sentar a su portero titular, Stuart Skinner, y enviar al hielo al suplente, Calvin Pickard, una movida que a la postre resultaría decisiva.
El discurso que lo cambió todo
Lo que sucedió en el vestuario de los Oilers durante el primer intermedio es material de leyenda. Lejos de entrar en pánico, los líderes del equipo tomaron el control. El veterano Corey Perry, un hombre que sabe lo que se necesita para ganar, dio un discurso que, según sus compañeros, cambió la mentalidad del equipo. «Perrs nos dio un pequeño discurso», reveló el defensa Jake Walman. «La confianza tranquila que tenemos en nuestro vestuario, incluso perdiendo 3-0, para darle la vuelta a ese partido… creo que nunca estamos fuera de un partido».
Ese cambio de actitud se reflejó inmediatamente en el hielo. Los Oilers salieron con una nueva energía, y goles de Ryan Nugent-Hopkins, Darnell Nurse y Vasily Podkolzin empataron el partido 3-3, desatando la euforia y sembrando la duda en los hasta entonces imperturbables Panthers.
Un final de infarto y un héroe inmortal
El tercer periodo fue una batalla de nervios. Jake Walman adelantó a los Oilers 4-3 con un potente disparo a falta de poco más de seis minutos, un gol que parecía ser el de la victoria. Pero Florida, demostrando su temple de campeón, empató el partido con solo 19.5 segundos en el reloj gracias a un gol increíble de Sam Reinhart, forzando el tiempo extra.
En la prórroga, el destino de la serie pendió de un hilo. Una parada monumental de Calvin Pickard a un tiro a bocajarro de Sam Bennett, que desvió el disco al travesaño, mantuvo a los Oilers con vida. Y entonces, apareció el hombre de los momentos clutch. Leon Draisaitl, en una jugada donde Corey Perry actuó como señuelo, anotó el gol de la victoria, su cuarto gol ganador en tiempo extra en estos playoffs, un nuevo récord de la NHL.
El veredicto del juez: La psicología por encima de la estadística
Esta remontada no fue solo una hazaña atlética; fue un triunfo psicológico. Los Oilers no solo vencieron a los Panthers, sino que rompieron su aura de invencibilidad cuando tomaban la delantera. Demostraron que la resiliencia, el liderazgo de veteranos como Perry y la actuación heroica de un portero suplente como Pickard pueden anular cualquier ventaja estadística.
La serie ahora viaja de regreso a Edmonton, empatada 2-2 y convertida en un clásico instantáneo. Los Oilers no solo han igualado el marcador, han sembrado una semilla de duda en la mente de los Panthers y han demostrado a toda la liga que nunca, bajo ninguna circunstancia, se les puede dar por muertos. El impulso y la creencia ahora están de su lado.


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