Cuando un jefe de Ferrari declara la guerra a la prensa, no es una muestra de fuerza. Es una cortina de humo. El veredicto sobre la explosión de Frédéric Vasseur en Canadá es claro: es el sonido de un hombre que está perdiendo el control del narrativo y, quizás, de su puesto.
El Acusado: Frédéric Vasseur. Los Cargos: Fracaso y Descontrol
El caso contra Frédéric Vasseur se construye sobre una base innegable: el fracaso deportivo. Ferrari inició la temporada 2025 como candidato al título, con una dupla estelar formada por Lewis Hamilton y Charles Leclerc, y un monoplaza, el SF-25, que prometía ser el salto competitivo definitivo. Pero a diez carreras, los resultados son desoladores.
Ferrari no ha ganado ni una sola carrera. El equipo se encuentra 191 puntos detrás de McLaren en el campeonato de constructores. Esta diferencia no es solo una estadística: es una sentencia. Y como ocurre cíclicamente en Maranello, el fracaso alimenta una maquinaria mediática implacable.
Medios italianos —algunos con buenos contactos internos— han comenzado a filtrar rumores de relevos inminentes en la cúpula técnica. El nombre de Vasseur aparece repetidamente como el principal señalado. Es en este clima de máxima presión donde el jefe de Ferrari cometió su acto más revelador.
La Evidencia: Una Explosión de Furia y F-Bombs
En la rueda de prensa oficial de la FIA en el GP de Canadá, el comportamiento de Vasseur fue cualquier cosa menos diplomático. Lanzó una ráfaga de improperios en inglés y francés contra ciertos periodistas italianos, a quienes acusó de ser «irrespetuosos» y de «darle mierda al equipo» (“to give shit to the team”).
Defendió con vehemencia a sus ingenieros, alegando que estos ataques mediáticos afectan la moral y la concentración. Sus palabras podrían costarle una multa por parte de la FIA, pero también le valieron una inesperada ola de solidaridad pública: Hamilton le dio su «apoyo total», Carlos Sainz criticó la «cultura de señalar con el dedo» y hasta algunas voces críticas suavizaron sus posturas.
En la superficie, Vasseur se presenta como un jefe defendiendo a los suyos. Pero este tribunal no se queda en la superficie.
Veredicto del Juez: Cortina de Humo para un Incendio Incontrolable
El ataque de Vasseur a la prensa no fue lealtad; fue supervivencia. Fue una maniobra política diseñada para desviar la atención del colapso técnico y estratégico de su gestión. En Ferrari, el escrutinio externo es una herramienta de presión interna. Y Vasseur lo sabe.
El equipo no solo está lejos del rendimiento esperado: tiene una crisis interna de diagnóstico. Mientras Hamilton culpa a la aerodinámica, Leclerc insiste en un problema de tracción mecánica. Cuando tus pilotos estrella no están de acuerdo en cuál es el problema del coche, es una señal clara de falta de dirección técnica.
En ese contexto, el arrebato de Vasseur busca tres cosas:
- Crear una mentalidad de asedio: Un equipo rodeado, forzado a cerrar filas contra un enemigo común (la prensa).
- Proyectar liderazgo fuerte: Para mostrar que está al mando, aunque no tenga soluciones en pista.
- Desviar culpas estructurales: Trasladar el foco de los errores internos hacia una «presión externa desestabilizadora».
Es una estrategia de comunicación con antecedentes en Maranello. Pero rara vez ha sido efectiva a largo plazo.
La Política del Paddock: Aliados, Oportunismo y Supervivencia
Que Hamilton y Sainz salieran rápidamente en defensa de Vasseur no es casualidad. Ambos tienen algo que ganar: Hamilton necesita estabilidad para construir su proyecto Ferrari, y Sainz, aún sin asiento confirmado para 2026, envía un mensaje claro de que sus problemas no fueron culpa del jefe actual.
Esto sugiere un realineamiento político dentro del equipo. Algunos están eligiendo bando, anticipando un posible cambio de liderazgo. Vasseur, mientras tanto, lanza su órdago: si cae, será con estruendo. Si sobrevive, será gracias al apoyo público de sus pilotos más mediáticos.
El Sonido del Pánico en Maranello
El problema no es la rueda de prensa. Es lo que revela. La rabia de Vasseur no es la de un líder sereno, sino la de un hombre cuya gestión está al borde del colapso. Ferrari no está compitiendo, está sobreviviendo. Y en la F1 moderna, la paciencia es un lujo que Maranello rara vez se concede.
El trono de Ferrari es el asiento más caliente de la Fórmula 1. Hoy, Frédéric Vasseur aún lo ocupa. Pero la cuenta regresiva ha comenzado. Y su grito en Montreal no fue un acto de liderazgo, fue una señal de alarma.
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