México avanza en la Copa Oro, pero su juego no ilusiona. Analizamos las carencias tácticas del equipo de Javier Aguirre y la creciente desconexión con su afición.
La Selección Mexicana avanza en la Copa Oro 2025, pero nadie está celebrando. Las victorias son pírricas y los empates, decepcionantes. El equipo de Javier Aguirre gana en el marcador, pero pierde en la cancha, en las gradas y en el corazón de sus seguidores.
Un Rendimiento que Genera Más Dudas que Certezas
Los resultados en la fase de grupos son un espejismo que no logra ocultar la pobreza futbolística del equipo. Un sufrido 3-2 contra República Dominicana, una selección debutante y número 139 del mundo; un 2-0 contra Surinam que no reflejó superioridad; y un deslucido 0-0 contra la Costa Rica de Miguel Herrera han dejado un sabor amargo. México terminó líder de su grupo, pero lo hizo pidiendo la hora contra rivales a los que, por historia y calidad, debería haber dominado con autoridad.
El equipo se muestra predecible, carente de ideas y peligrosamente dependiente de las jugadas a balón parado. De los cinco goles anotados en el torneo, cuatro han llegado de esta forma, con el defensa César Montes emergiendo como un improbable goleador. Esta estadística no habla de una fortaleza, sino de una alarmante incapacidad para generar peligro en juego abierto.
La Rigidez Táctica de un «Analfabeta Táctico»
Las críticas más feroces apuntan directamente al banquillo. Javier Aguirre, en su tercera etapa al frente del Tri, ha implementado un rígido sistema 4-4-2 que parece encorsetar el talento de sus jugadores. El equipo carece de movilidad, no ocupa bien los espacios y se ve torpe en la creación. Analistas y aficionados han llegado a calificarlo de «analfabeta táctico», señalando una preocupante falta de evolución en su propuesta.
Las decisiones de Aguirre han sido, como mínimo, desconcertantes. La insistencia en jugadores fuera de forma como César Montes o Jorge Sánchez, y la suplencia de los futbolistas más creativos y en mejor momento de la Liga MX, como Alexis Vega o Marcel Ruiz, han generado una ola de indignación. El equipo en la cancha parece un conjunto de extraños, sin química ni liderazgo, que se estorban mutuamente.
> «Estamos en las manos equivocadas. El Vasco Aguirre nos lleva al fracaso, un analfabeta táctico. No es posible que nos hayan dado un toque, que la selección 139 del mundo haya jugado por momentos mejor que el cuadro tricolor.» – Cita representativa de la crítica mediática.
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La Desconexión con un Pueblo
Quizás el síntoma más grave de la crisis es la creciente brecha entre el equipo y su afición, especialmente la comunidad mexicano-americana que llena los estadios en Estados Unidos. Las declaraciones de Aguirre tras los partidos han sido evasivas y, en ocasiones, percibidas como una falta de respeto.
Cuando se le preguntó sobre la difícil situación migratoria que vive la comunidad latina en Los Ángeles y el apoyo que aun así brindan al equipo, Aguirre ofreció una respuesta tibia y apolítica, centrada únicamente en el fútbol, lo que muchos interpretaron como una traición. El entrenador parece no entender que la Selección Mexicana es más que un equipo de fútbol; es un símbolo de identidad y orgullo. Al ganar sin alma y hablar sin empatía, está erosionando el vínculo más sagrado que tiene el Tri.
El Veredicto Final de Sport Judge
La Selección Mexicana de Javier Aguirre es un equipo con una crisis de identidad profunda. Avanza en la Copa Oro por inercia y por la debilidad de sus rivales, no por méritos propios. Su fútbol es un reflejo de su entrenador: anticuado, rígido y sin capacidad para emocionar. Estas son victorias vacías que no construyen nada, solo posponen un fracaso que parece inevitable. México está ganando partidos, sí, pero en el proceso está perdiendo algo mucho más importante: el respeto de su gente y el alma de su juego.
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