Malintzin: es reconocer que su historia vuelve a caminar por las calles de la Ciudad de México gracias a una marcha que pretende sacudir un estigma repetido durante generaciones. “¡Que traidora ni que la chingada!”, gritan las convocantes, decididas a desmontar la narrativa colonial construida desde el siglo XIX y reforzada culturalmente hasta hoy.
La tarde de este día, el Zócalo será el punto de partida de una movilización simbólica que avanzará hacia el Palacio de Bellas Artes, donde se realiza un coloquio dedicado a su figura. No es una protesta más: es un acto de memoria, un reclamo de justicia histórica para una mujer que no eligió su destino, que fue esclavizada, vendida y utilizada como puente lingüístico entre dos mundos enfrentados.
La marcha Malintzin busca justicia histórica
Durante la conferencia presidencial matutina, Claudia Sheinbaum retomó uno de los debates más profundos de la historia mexicana: ¿qué papel jugó realmente Malintzin? La presidenta fue contundente al afirmar que la narrativa de “traidora” no resiste una lectura honesta del contexto. “Era una esclava”, subrayó, con la capacidad extraordinaria de hablar varias lenguas y aprender nuevas en poco tiempo. Su talento para traducir no la convirtió en cómplice de las atrocidades de la conquista, sino en una sobreviviente que actuó desde el margen de las posibilidades que tenía.
Sheinbaum recordó que la discriminación hacia la mujer indígena ha sido estructural y persistente. Desde la colonia, pasando por la independencia y la formación del México moderno, la figura femenina indígena ha cargado con estigmas que siguen vivos en algunos sectores sociales. Reivindicar a Malintzin, según la presidenta, es también un paso hacia desmontar ese racismo histórico.
Malintzin en el centro del debate cultural
Jesusa Rodríguez, actriz, activista y referente cultural, también respaldó este movimiento. Para ella, la reivindicación de Malintzin es un acto de justicia histórica que desafía el clasismo, el racismo y la misoginia que marcaron el siglo XIX y que deformaron la imagen de esta mujer hasta convertirla en sinónimo de traición. Pero esa caricatura —insiste— no corresponde a los hechos.
La artista destacó los esfuerzos del programa Mujeres del Maíz, que busca rescatar la memoria femenina prehispánica y colonial. Para ella, Malintzin no fue heroína ni traidora, sino una mujer atrapada dentro de estructuras culturales y políticas implacables. “Rompió patrones”, dice Jesusa, al recordar que su figura se movió entre la diplomacia, la interpretación y la supervivencia.
Calles del Centro Histórico
El Zócalo, esa plaza donde confluyen siglos de historia, será nuevamente el escenario donde una figura femenina olvidada recupere voz. Imagínalo: tambores, carteles, mujeres vestidas con huipiles, niñas indígenas acompañando a sus madres y abuelas, turistas que no entienden del todo lo que ven, pero sienten que algo importante está pasando.
Una joven de Milpa Alta levanta un cartel que dice:
“Mi bisabuela también tradujo para sobrevivir”.
Una mujer triqui toma el micrófono improvisado y grita:
“No somos traidoras, somos puente”.
El eco se expande sobre las piedras del Centro, bajo la sombra de la Catedral y los edificios coloniales que alguna vez fueron instrumentos de dominación.
A mitad de la marcha, el nombre vuelve a resonar: Malintzin. No como insulto, sino como símbolo de resistencia, de reinterpretación histórica, de dignidad.
Un cierre necesario para una herida abierta
Al final, la marcha no solo busca reivindicar a una mujer; busca empezar a sanar una herida colectiva: la forma en que México ha tratado históricamente a sus mujeres indígenas. Reescribir la figura de Malintzin es comenzar a reescribir la narrativa del país.
Porque la historia la escriben los vencedores… pero también la reescriben quienes se cansan de cargar con injusticias que no les pertenecen.
