Aparece el retrato perdido de Madame Kitty, la espía del Tercer Reich

El retrato perdido de la Mata Hari nazi resurge en Berlín y revive la historia secreta del burdel donde se espiaba al Tercer Reich.

Aparece el retrato perdido de Madame Kitty, la espía del Tercer Reich
El misterioso retrato de Madame Kitty, la cortesana y espía del Berlín nazi, reapareció tras décadas perdido y revela secretos de un pasado oculto.

El hallazgo que revive una historia oculta

En una elegante casa del centro de Berlín, entre luces suaves y paredes cargadas de historia, reapareció un retrato que parecía perdido para siempre: el de Madame Kitty, la célebre cortesana y espía del Tercer Reich. Durante años, su imagen había desaparecido sin dejar rastro, como su leyenda de femme fatale entre los círculos del poder nazi.

El hallazgo fue presentado este jueves por Urs Brunner, coleccionista y coautor del libro Kitty’s Salon, quien junto con Julia Schrammel emprendió una búsqueda que duró décadas. La mujer retratada, conocida como “la Mata Hari de los nazis”, dirigía el burdel más exclusivo de Berlín entre 1939 y 1942, un punto donde el placer y la información se mezclaban en las sombras.

El burdel donde se espiaba a los poderosos

El salón de Madame Kitty, ubicado en el tercer piso de un edificio elegante, era mucho más que una casa de citas. Bajo su aparente frivolidad, escondía un complejo sistema de espionaje. Diplomáticos, periodistas extranjeros y altos jerarcas nazis acudían a aquel lugar sin imaginar que estaban siendo observados y escuchados por las pupilas de Kitty.

De acuerdo con Brunner, el burdel funcionaba como una red de inteligencia donde la información fluía entre almohadas, copas de champán y secretos susurrados. Las cortesanas, entrenadas discretamente, memorizaban datos sensibles que luego eran transmitidos a agentes que operaban en la sombra.

El retrato perdido que reapareció por casualidad

El cuadro fue encontrado por una mujer berlinesa que lo había adquirido hace más de 25 años en un anticuario, sin conocer su valor histórico. Cuando Brunner y Schrammel comenzaron a difundir su investigación sobre Madame Kitty, ella los contactó y confirmó que tenía en su poder el misterioso retrato.

“Gracias a las fotografías antiguas sabíamos que el cuadro existía, pero no estaba en manos de la familia. Es un hallazgo enorme”, explicó Schrammel. La expropietaria, pintora y coleccionista, decidió venderlo a un precio simbólico, comprendiendo que su destino no era comercial, sino histórico.

Una obra rodeada de enigmas

El lienzo, firmado por un desconocido “P. Fuchs”, carece de fecha y de contexto documentado. Los expertos aún deben determinar su autenticidad y el origen exacto de la obra. En él, Madame Kitty aparece con unos cuarenta años, mirada enigmática y una elegancia que parece desafiar al tiempo.

“Era una mujer de inteligencia fría, pero también de supervivencia. Se hacía pasar por más joven y usaba su carisma para moverse entre poderosos sin pertenecer del todo a ninguno”, comentó Brunner.

Aunque su vida se desarrolló en los círculos más oscuros del nazismo, Kitty no fue una simpatizante del régimen. Según los investigadores, era una oportunista que supo adaptarse a los vientos del poder. “No era miembro del NSDAP y mantenía relaciones de amistad con judíos”, detalló Brunner.

El destino de una mujer que vivió entre sombras

Madame Kitty murió en 1954 sin haber sido nunca juzgada ni perseguida por la justicia. Su historia, sin embargo, sobrevivió en los márgenes de los archivos de inteligencia y en los susurros de una ciudad que aún intenta reconciliarse con su pasado.

El redescubrimiento del retrato no solo rescata su imagen, sino también una época de secretos, traiciones y seducción política. Es, como señala Schrammel, “un fragmento de historia que vuelve a la luz desde los rincones más oscuros del siglo XX”.

Un legado que regresa a los museos

Brunner planea donar la pintura a un museo berlinés para garantizar su preservación y exponerla como testimonio de la compleja red de espionaje femenino durante el nazismo. “Este cuadro pertenece a la historia, no a una colección privada”, afirmó.

El retrato de Madame Kitty no solo muestra el rostro de una mujer enigmática, sino también la mirada de una era donde el deseo y la política se entrelazaban en los pasillos del poder. Su regreso a Berlín es, en cierto modo, una forma de justicia histórica.

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