La presencia militar de Estados Unidos en el Caribe vuelve a intensificarse y Puerto Rico se consolida nuevamente como un punto estratégico clave. Desde el domingo, aeronaves de transporte C-130J Super Hercules, vehículos blindados y personal militar estadounidense arribaron al Aeropuerto Rafael Hernández en Aguadilla, en un contexto marcado por el aumento de la presión política, económica y estratégica contra el régimen de Nicolás Maduro.
Las imágenes captadas en la isla no solo muestran aviones rodando por la pista o despegando rumbo al Caribe, sino también una escena que recuerda a los momentos más tensos de la geopolítica hemisférica: excavadoras militares, Humvees, vehículos blindados MRAP y aeronaves CV-22B Osprey estacionadas en plataforma, evidenciando que el despliegue no es simbólico, sino operativo.
Puerto Rico: la plataforma clave del despliegue estadounidense
La actividad registrada en Aguadilla se suma a las maniobras realizadas días antes en la antigua estación naval de Roosevelt Roads, en Ceiba. Allí, cazas F-35 y F-18, helicópteros Black Hawk y Huey, así como aviones de transporte C-130 Hércules, realizaron operaciones de aterrizaje, despegue y descenso de tropas por rapel.
Para Puerto Rico, estas maniobras marcan el regreso de una actividad militar a gran escala que no se veía desde el cierre de varias instalaciones navales hace años. Para Washington, representan una señal inequívoca de que el Caribe vuelve a ser una prioridad estratégica frente a América Latina y, en particular, frente a Venezuela.
Más de 15.000 soldados y un portaaviones en el Caribe
Según informes recientes, Estados Unidos ha desplegado más de 15.000 soldados, un portaaviones, al menos 11 buques de guerra adicionales y más de una docena de aviones de combate F-35 en la región. Este refuerzo de la presencia militar no se limita a ejercicios defensivos, sino que se integra en una estrategia más amplia de presión económica y control marítimo.
El presidente Donald Trump ha acusado reiteradamente al gobierno venezolano de permitir el tráfico de drogas hacia territorio estadounidense. Bajo ese argumento, su administración ha intensificado operaciones de interdicción marítima, interceptando y, en algunos casos, atacando embarcaciones provenientes de Sudamérica, acciones que han sido condenadas por diversos países y organismos internacionales.
Sanciones, bloqueo petrolero y presión económica
A principios de diciembre, Trump ordenó el bloqueo de todos los petroleros sancionados que ingresan o salen de Venezuela. Un funcionario de la Casa Blanca confirmó a Reuters que las fuerzas militares estadounidenses se concentrarán “casi exclusivamente” en hacer cumplir una especie de cuarentena al petróleo venezolano durante los próximos meses.
En ese contexto, la Guardia Costera de Estados Unidos interceptó dos petroleros cargados con crudo venezolano en el Caribe. Uno de ellos, el Skipper, fue confiscado junto con su cargamento, mientras que días después se reportó la incautación de otro buque.
A mitad de este escenario, la presencia militar estadounidense funciona como respaldo directo a una estrategia de asfixia económica, diseñada para reducir al mínimo los ingresos del régimen de Maduro sin recurrir, al menos por ahora, a una intervención militar directa en tierra.
Venezuela denuncia escalada y “secuestro” de buques
Desde Caracas, el gobierno venezolano ha calificado estas acciones como un “robo y secuestro” de buques privados y ha denunciado una escalada coordinada de presión militar y económica por parte de Washington. La tensión diplomática se trasladó incluso a Naciones Unidas, donde Estados Unidos anunció que impondrá sanciones “en la máxima medida” para privar al régimen venezolano de recursos financieros.
Un funcionario estadounidense, bajo condición de anonimato, afirmó que la presión actual podría llevar a Venezuela a una “calamidad económica” a finales de enero si no acepta concesiones significativas.
El Caribe como tablero geopolítico del siglo XXI
Más allá de Venezuela, el reforzamiento de la presencia militar de Estados Unidos en Puerto Rico redefine el equilibrio estratégico en el Caribe. La isla vuelve a desempeñar el papel de bisagra entre América Latina, el Atlántico y la seguridad nacional estadounidense, en un contexto global marcado por conflictos simultáneos y una creciente competencia entre potencias.
El mensaje es claro: Washington apuesta por el control marítimo, la disuasión y la presión económica como herramientas principales para moldear el futuro político de la región.Al cierre de esta etapa, la presencia militar estadounidense en Puerto Rico no solo responde a una coyuntura con Venezuela, sino que anticipa un Caribe cada vez más militarizado, donde cada movimiento tiene implicaciones regionales y globales.
