La política francesa vive un nuevo giro inesperado. A solo cuatro días de haber aceptado su renuncia, el presidente Emmanuel Macron decidió volver a nombrar a Sebastien Lecornu como primer ministro de Francia, en un intento por restaurar la estabilidad en un gobierno sumido en una crisis institucional que amenaza con paralizar al país.
Un retorno inesperado en medio del caos
El anuncio llegó desde el Palacio del Elíseo tras largas negociaciones. Macron, presionado por el estancamiento político y la necesidad urgente de aprobar el presupuesto nacional antes de fin de año, optó por devolverle la confianza a su antiguo jefe de gobierno. “He aceptado esta tarea por deber”, declaró Lecornu en su cuenta de X, consciente de que su regreso no estaría exento de polémica.
A sus 39 años, el político centrista retoma un cargo que dejó tan solo el lunes pasado, cuando aseguró que “no se daban las condiciones” para continuar. Sin embargo, la falta de consenso en la Asamblea Nacional y la amenaza de una parálisis legislativa forzaron a Macron a actuar con rapidez.
Lecornu, una figura de perfil técnico y discreto, se ha comprometido a formar un gobierno estable y alejado de ambiciones presidenciales, una condición clave que impuso Macron para evitar divisiones internas de cara a las elecciones de 2027.
La oposición se levanta contra Macron
El regreso de Lecornu no tardó en desatar una tormenta política. Desde La France Insoumise (LFI), el diputado Éric Coquerel anunció una nueva moción de censura, mientras Manuel Bompard calificó la decisión de Macron como “una bofetada a los franceses”.
En la extrema derecha, la reacción fue igual de dura. Jordan Bardella, líder de la Agrupación Nacional (RN), acusó al presidente de “humillar a los franceses” y prometió censurar “a un gobierno sin futuro”. Marine Le Pen, por su parte, fue más allá y señaló que “la disolución de la Asamblea es inevitable”, denunciando una maniobra para aprobar el presupuesto sin consenso.
La lucha por recuperar la estabilidad
Francia atraviesa un momento crítico. El país lleva semanas sin un rumbo político claro, con una Asamblea Nacional dividida y un clima social cada vez más tenso. La inflación, el debate sobre las pensiones y las reformas fiscales han alimentado el descontento ciudadano, mientras las calles se llenan de protestas intermitentes.
Macron busca en Lecornu un perfil de gestor que pueda negociar con los distintos bloques parlamentarios y desbloquear la aprobación del presupuesto. Pero las mociones de censura anunciadas por la oposición anticipan un panorama complicado, en el que el presidente deberá equilibrar pragmatismo y autoridad para evitar una nueva crisis institucional.
Macron frente a su propio laberinto político
La reelección de Lecornu simboliza tanto la falta de opciones de Macron como su estrategia de resistencia. En palabras de Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda, “en cada vuelta del carrusel, el pompón se queda en el mismo sitio”. La frase resume el hartazgo de buena parte de la clase política ante lo que consideran una “repetición de errores”.
Por ahora, el presidente francés parece apostar a la continuidad como única vía para salvar el año político. El desafío será lograr que la reelección de Lecornu no se interprete como una señal de debilidad, sino como un gesto de responsabilidad en medio del caos.
Mientras tanto, Francia vuelve a ser escenario de una batalla política que pone a prueba la estabilidad de su democracia y la capacidad de Macron para liderar un país dividido y cada vez más impaciente.


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