Un cambio histórico en el Colegio Cardenalicio
El 7 de diciembre, el papa Francisco designó 21 nuevos cardenales, consolidando su influencia en el Colegio Cardenalicio, donde ahora 140 miembros menores de 80 años tienen derecho a voto en un futuro cónclave. Aunque Juan Pablo II fijó en 120 el límite para cardenales electores, Francisco ha superado este número con un claro propósito: redefinir las bases de poder dentro de la Iglesia Católica.
Con trece cardenales a punto de perder su capacidad de voto por superar los 80 años en 2024, el equilibrio inclina la balanza hacia una mayoría designada por Francisco, reflejando su visión pastoral e inclusiva.
Desmantelando el poder de la Curia Romana
Históricamente, el Vaticano ha sido controlado por una burocracia eficiente pero centralizadora, liderada mayoritariamente por cardenales europeos, especialmente italianos. Esta estructura tradicional garantizaba la estabilidad institucional, pero también perpetuaba prácticas opacas y un manejo cerrado de las sucesiones papales.
Francisco, desde su elección en 2013, ha trabajado para desmantelar este sistema. Entre sus acciones más destacadas está el empoderamiento de sectores históricamente marginados dentro de la Iglesia, como las mujeres religiosas, las congregaciones misioneras y los sacerdotes progresistas.
Una visión más inclusiva para el futuro de la Iglesia
La estrategia del papa incluye un enfoque global y misionero, alejándose de la tradicional preeminencia europea. En sus designaciones recientes, ha priorizado líderes religiosos de regiones periféricas, subrayando su compromiso con una Iglesia que escuche y represente a todos los rincones del mundo.
Esta transformación tiene como objetivo no solo descentralizar el poder, sino también asegurar que el próximo papa continúe con su proyecto pastoral. Francisco busca una Iglesia más conectada con los desafíos actuales, desde la crisis climática hasta las desigualdades sociales.
El pasado y los desafíos que marcaron su elección
La llegada de Francisco al papado estuvo rodeada de intrigas. Benedicto XVI, su predecesor, renunció en medio de tensiones internas y escándalos que evidenciaron la necesidad de reformas urgentes. Algunos expertos señalan que Benedicto podría haber favorecido, en secreto, la elección de Jorge Mario Bergoglio para garantizar una transformación profunda de la Iglesia.
Las teorías sobre el asesinato de Juan Pablo I, apenas un mes después de su elección, y los movimientos internos en el Vaticano, aún alimentan las sombras sobre los cambios en el papado. Estas historias resaltan los riesgos y desafíos que enfrenta cualquier intento de reformar una institución tan antigua y compleja.
El proyecto de Francisco: ¿traición o continuidad?
Con las designaciones de cardenales, Francisco busca garantizar que su visión de una Iglesia más humilde, inclusiva y comprometida con los marginados trascienda su pontificado. Sin embargo, la historia muestra que las reformas pueden ser revertidas o traicionadas por los propios actores dentro de la institución.
¿Podrá el papa asegurar un legado duradero? La respuesta dependerá de si su «revolución silenciosa» logra consolidar un cambio estructural o si las fuerzas tradicionales recuperan el control en el futuro.
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