La historia de la corrupción en Ucrania tomó un giro inesperado este viernes. Mientras Kiev enfrenta su guerra más compleja en décadas y la presión internacional exige transparencia, un escándalo interno golpeó directamente el corazón del poder: Andriy Yermak, el hombre más influyente después del presidente Volodymir Zelensky, presentó su dimisión tras una serie de cateos en su despacho y domicilio realizados por la Oficina Nacional Anticorrupción (NABU). No fue acusado, pero la sombra de las grabaciones difundidas en los medios creó el clima perfecto para un terremoto político.
Yermak no era un asesor cualquiera. Era el estratega, el negociador de alto nivel, el operador silencioso que en tiempos de guerra se volvió indispensable. Por eso, cuando su nombre apareció mencionado en conversaciones entre el empresario prófugo Timur Mindich —ex socio de Zelensky— y presuntos operadores de un esquema de comisiones ilegales en el sector energético, el ruido político se volvió ensordecible.
La caída del hombre más poderoso después de Zelensky
El cateo de la NABU encendió las alarmas. Sin acusación formal, pero con la presión pública en escalada, el presidente se encontró acorralado entre dos frentes: respaldar a su mano derecha o evitar que la opinión pública interpretara el silencio como complicidad. La decisión final no fue destituirlo, sino aceptar su renuncia, un gesto que buscaba enviar un mensaje claro a los ucranianos y al mundo: nadie está por encima del escrutinio.
Este episodio, bautizado ya como “Mindichgate” por la prensa local, salpica también a Rustem Umerov, actual secretario del Consejo de Seguridad Nacional, quien aparece en otra grabación donde Mindich intenta convencerlo de aceptar un contrato de chalecos antibalas defectuosos. Umerov, entonces ministro de Defensa, rechazó la operación, pero su nombre ya forma parte de la tormenta política.
Zelensky entre la espada y la pared
Con la guerra avanzando y el apoyo internacional fluctuando, la presión para evitar escándalos es más fuerte que nunca. Las voces que pedían la salida inmediata de Yermak y Umerov colocaron al mandatario en una encrucijada. Zelensky intentó resistir, argumentando que no había motivos legales para destituirlos, pero los cateos cambiaron el tablero político.
Al entender que su llamado a la unidad no bastó para contener el creciente desgaste, el presidente optó por un movimiento estratégico: permitir que Yermak se retirara por “decisión propia”. Así lo anunció en un mensaje vespertino en redes sociales, donde agradeció al funcionario su labor patriótica en momentos críticos, especialmente en negociaciones internacionales relacionadas con la guerra.
La escena marcó la mitad del episodio y evidenció, una vez más, cómo la corrupción en Ucrania se ha convertido en un enemigo interno tan dañino como la propia invasión.
La reconfiguración del poder en Kiev
Zelensky adelantó una “profunda renovación” dentro de la Oficina de la Presidencia. Hoy se espera que se reúna con los candidatos a reemplazar a Yermak. Entre los nombres que más suenan está Yulia Sviridenko, primera ministra de Ucrania, quien, de ser elegida, dejaría su puesto en manos de Mikhailo Fedorov, su actual segundo.
Esto generaría un reacomodo político sin precedentes desde el inicio de la guerra. Sin embargo, el diputado Oleksiy Goncharenko asegura que Sviridenko permanecerá como primera ministra y que Fedorov podría ascender directamente al puesto de Yermak.
La incertidumbre es total, pero el mensaje político está claro: Ucrania está en proceso de reestructuración interna y Zelensky debe demostrar que su gobierno no tolera sombras de corrupción, incluso cuando estas caen sobre sus colaboradores más cercanos.
Un escándalo que puede cambiar el rumbo político
El caso Yermak no es solo la historia de una renuncia; es la muestra de que la lucha contra la corrupción en Ucrania está entrando en una fase decisiva. En un país que vive bajo el asedio de un conflicto militar, la credibilidad institucional es un bien extremadamente frágil. Y aunque no existan pruebas directas contra Yermak o Umerov, la percepción pública se ha convertido en un factor imposible de ignorar.
Zelensky juega ahora una partida compleja: debe limpiar la imagen de su gobierno sin fracturar su círculo más cercano. Debe demostrar firmeza sin aceptar premisas que puedan ser utilizadas por sus adversarios internos y externos. Y sobre todo, debe garantizar que su promesa de transparencia permanezca intacta.
El desenlace aún está lejos, pero una cosa es segura: la corrupción en Ucrania vuelve a colocarse en el centro del debate político, recordando que incluso en tiempos de guerra, el mayor enemigo puede estar dentro de casa.


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