En los últimos 90 días, Sinaloa ha enfrentado un nivel de violencia sin precedentes. La guerra interna entre las fracciones de “Los Mayitos” y “Los Chapitos” ha dejado más de 500 asesinatos y decenas de desaparecidos, destruyendo vidas y paralizando la economía de un estado que siempre había sido sinónimo de pujanza agrícola y empresarial.
Mientras tanto, la narrativa nacional parece más interesada en especulaciones hipotéticas, como una invasión estadounidense, que en las historias reales de quienes viven atrapados en un infierno cotidiano.
Impacto económico: 30 mil empleos perdidos en Culiacán
El costo humano es incalculable, pero las cifras económicas empiezan a mostrar la devastación de esta guerra. Empresarios sinaloenses han informado que Culiacán ha perdido cerca de 30 mil empleos —tanto formales como informales—, y el impacto económico asciende a 18 mil millones de pesos, equivalente al 5% del PIB estatal.
Problemas económicos clave:
- Cierre de negocios locales: La inseguridad ha obligado a muchos comercios a bajar sus cortinas.
- Migración económica: Las familias con medios han comenzado a abandonar el estado en busca de seguridad.
- Falta de apoyo gubernamental: Empresarios han solicitado créditos y programas de apoyo sin recibir respuestas claras.
El día a día bajo fuego: el costo humano
Los ciudadanos de Culiacán ya no planean su vida a largo plazo; se concentran en sobrevivir un día más. Las balaceras y los bloqueos se han convertido en parte del paisaje cotidiano, y el miedo a no regresar a casa está siempre presente.
Historias del terror cotidiano:
- Familias completas se encierran en sus hogares, temerosas de salir incluso para comprar lo básico.
- Bloqueos que paralizan la movilidad y convierten a cualquier transeúnte en un blanco potencial.
- Madres y padres que viven con la incertidumbre de si sus hijos volverán a casa después de la escuela.
La respuesta gubernamental: ¿prioridades equivocadas?
Mientras Sinaloa se desangra, el gobierno parece más preocupado por debates simbólicos y medidas que poco impactan en los problemas reales. La reciente prohibición constitucional de los vapeadores es un ejemplo de ello:
- Un mercado de 40 mil millones de pesos podría generar ingresos significativos en impuestos, pero será entregado a la clandestinidad.
- En contraste, la guerra contra el fentanilo —que verdaderamente destruye vidas— avanza a paso lento, a pesar de importantes decomisos como la tonelada y media confiscada en Sinaloa.
¿Qué se necesita para cambiar el rumbo?
El panorama en Sinaloa refleja una crisis que va más allá del estado: es un síntoma de un país que ha perdido el enfoque en sus prioridades.
Medidas urgentes:
- Estrategias de seguridad integrales: Operativos que no solo decomisen drogas, sino que también debiliten las redes de poder del crimen organizado.
- Apoyo económico inmediato: Créditos, incentivos fiscales y programas de salud mental para las comunidades afectadas.
- Coordinación federal y estatal: Mandar refuerzos no debe ser solo simbólico; el gobierno central necesita tomar un papel más activo en la recuperación de estas zonas.
Reflexión: Sinaloa y el espejo nacional
Sinaloa es solo uno de los estados afectados por la violencia: Guerrero, Michoacán, Guanajuato y Zacatecas enfrentan problemas similares. Sin embargo, su tragedia pone en evidencia las prioridades equivocadas del gobierno.
Mientras los discursos se centran en temas irrelevantes, miles de mexicanos viven bajo fuego. Si el enfoque no cambia pronto, las consecuencias podrían ser irreversibles para el país.
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