La vida en la Tierra “no debía” existir: un matemático lo explica

La vida en la Tierra “no debía” existir: un matemático lo explica
La vida en la Tierra “no debía” existir: un matemático lo explica

En una tarde tranquila de otoño, el profesor Robert G. Endres revisó sus cálculos en el laboratorio del Imperial College de Londres. Con una taza de té al lado, se preguntó: ¿Qué tan probable es que la vida surja por azar en un planeta joven y caótico? Las respuestas que encontró cambiaron por completo nuestra visión del origen de la vida.

Durante años, los biólogos han asentido que, tras millones de años de procesos químicos, la vida emergió sin mayores sorpresas. Sin embargo, Endres y su equipo aplicaron herramientas de teoría de la información y complejidad algorítmica para cuantificar cuánta “información útil” necesita una célula viva para formarse espontáneamente. Y sus cifras resultaron escalofriantes.

Una probabilidad contra todo pronóstico

Para montar una protocélula capaz de crecer, dividirse y evolucionar (el punto de partida de la vida tal como la conocemos), los investigadores estimaron tres grandes bloques de información:

  • Genética: aproximadamente 10⁶ bits.
  • Estructural (plegamiento de proteínas y organización): entre 10⁶ y 10⁸ bits.
  • Dinámica (rutas metabólicas, señalización, replicación): más aún, cerca de 10⁹ bits.

Sumando todo eso, la célula mínima tendría alrededor de mil millones de bits de información organizada. Y aquí aparece el problema: —Durante la ventana disponible para que surgiera vida en la Tierra primitiva (unos 500 millones de años)— la acumulación de información útil tuvo que “ganar terreno” en medio de una sopa caótica de moléculas que tienden al desorden.

¿Dónde falla el azar?

El modelo de Endres concluye que depender sólo del azar en aquella “sopa prebiótica” es casi comparable a tratar de escribir un artículo coherente dejando caer letras al azar en la página. La entropía, el desorden natural, trabaja contra ese proceso: ganar 2 bits de información útiles al año durante cientos de millones de años puede quedar invalidado si al momento siguiente se pierden esos bits por retrocesos químicos.

La clave está en la persistencia: la capacidad de un sistema para retener lo que genera y construir sobre ello. Sin ese mecanismo de retención o “memoria molecular”, la vida simplemente no habría tenido tiempo o estabilidad para empezar.

¿Y ahora qué? ¿Una señal extraterrestre o un nuevo principio físico?

El estudio no afirma que la vida sea imposible, pero sí que la explicación puramente química y azarosa es insuficiente. De ahí que Endres y su equipo sugieran que podrían existir “principios físicos aún desconocidos” o incluso la hipótesis de la panspermia dirigida, donde una civilización avanzada sembró la vida en la Tierra. Aunque fascinante, esta opción viola la simplicidad científica conocida como la “navaja de Ockham”.

Lo inquietante es que la ciencia aún no tiene una respuesta completa para el origen de la vida. Y ahora, gracias a la matemática, entendemos mejor por qué ese misterio sigue vivo.

Un nuevo capítulo para la búsqueda de vida

Este descubrimiento marca un hito en la biología teórica: unir matemáticas, física e información para explorar la pregunta más profunda de todas: ¿por qué existimos? Aunque la vida apareció, lo hizo en contra de probabilidades colosales. Y eso abre nuevas preguntas, nuevos retos de investigación y quizá nuevas maneras de entender nuestro propio origen. Porque si la vida parecía improbable… quizá ese hecho mismo sea el mayor indicio de que estamos ante algo mucho más extraordinario de lo que creíamos.

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