México como potencia emergente: rompiendo mitos de nuestras limitaciones

México, entre las potencias emergentes globales: ¿qué lo separa de Brasil e India?

Hace unos meses, el think tank Carnegie Endowment for International Peace publicó un informe identificando a 10 países como poderes emergentes con un peso geopolítico creciente. Entre ellos se encuentra México, un reconocimiento global que desafía la percepción interna de nuestro país.

Aunque México comparte retos con países como Brasil, India y Turquía —desigualdad, violencia y pobreza—, su economía tiene un tamaño comparable, incluso superior en términos de PIB per cápita. Sin embargo, la diferencia crucial radica en la manera en que estos países se perciben y actúan en el escenario global.

En México, un esfuerzo por asumir un liderazgo internacional suele encontrarse con burlas y escepticismo interno. Pero, ¿qué tan lejos estamos de convertirnos en una verdadera potencia emergente?

¿Por qué nos cuesta asumirnos como potencia?

El informe de Carnegie Endowment destaca el potencial de México como actor global, pero aquí prevalece el escepticismo. Mientras los brasileños se reconocen líderes en América del Sur, los mexicanos solemos compararnos con Estados Unidos, perpetuando una percepción de debilidad.

Esta narrativa negativa se refleja en el debate público. Proyectos ambiciosos como el desarrollo del coche eléctrico Olinia o un satélite mexicano son ridiculizados por sectores de la comentocracia. Incluso el reciente anuncio de la ampliación del puerto de Manzanillo, que lo convertirá en uno de los 15 más grandes del mundo, pasó casi desapercibido en el discurso nacional.

El trasfondo de este escepticismo se encuentra en décadas de pensamiento neoliberal que sugirieron que México debía limitarse a producir para industrias extranjeras en lugar de desarrollar las propias. Sin embargo, ejemplos como Corea del Sur, China e India nos muestran que un país sin industrias tecnológicas propias difícilmente alcanzará un crecimiento sostenido.

¿Qué hacen diferente otras potencias emergentes?

Los países que compiten con México por el título de potencia emergente tienen algo en común: invierten en ciencia, tecnología y poder blando.

  1. Brasil:
    • Creó Embraer, la tercera empresa aeronáutica del mundo.
    • Inauguró el primer acelerador de partículas de América Latina.
  2. India:
    • Es líder en tecnología y desarrollo de software, con empresas como Infosys y Tata Consultancy Services.
    • Participa en misiones espaciales, como el reciente éxito del alunizaje de su misión Chandrayaan-3.
  3. China:
    • Consolidó gigantes tecnológicos como Huawei y Alibaba.
    • Invierte agresivamente en inteligencia artificial y energías renovables.

México, como la 13ª economía mundial, tiene el tamaño y los recursos para seguir este camino. Sin embargo, la falta de una visión de largo plazo y el escepticismo interno nos han mantenido rezagados.

El rol del gobierno: audacia frente a la crítica

En los últimos años, el gobierno ha apostado por proyectos de infraestructura y tecnología que buscan posicionar a México como un jugador global:

  • Industria automotriz: El anuncio del coche eléctrico Olinia muestra una ambición por entrar en un mercado competitivo y sostenible.
  • Sector aeroespacial: La creación de un satélite 100% mexicano abre las puertas a una mayor independencia tecnológica.
  • Infraestructura portuaria: La ampliación del puerto de Manzanillo duplicará su capacidad, impulsando el comercio marítimo y la economía nacional.

Estas iniciativas, aunque criticadas, son pasos necesarios para dejar atrás nuestra dependencia económica y construir una industria nacional robusta.

La importancia del poder blando

Además de los avances tecnológicos, México debe invertir en su poder blando: cultura, diplomacia y narrativa global. Países como Corea del Sur han usado su cultura pop como herramienta de influencia global, mientras que India ha posicionado su cocina y cine como símbolos internacionales.

México tiene una riqueza cultural inmensa que puede proyectar al mundo, desde su gastronomía hasta su arte. Esto no solo fortalece la identidad nacional, sino que también mejora su percepción en el escenario global.

México necesita creer en su potencial

La clave para que México se consolide como potencia emergente está en romper con los complejos internos. La autocrítica es esencial, pero debe ir acompañada de visión y ambición.

Si seguimos ridiculizando los esfuerzos por desarrollar nuestras propias industrias tecnológicas y fortalecer nuestro liderazgo global, perpetuaremos la dependencia y limitaremos nuestras oportunidades de crecimiento.

Es momento de actuar como una potencia, no porque ya lo seamos, sino porque queremos serlo.

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