Familias desplazadas en Chiapas: el retorno digno que tomó 9 años

Tras casi una década de violencia, 34 familias tsotsiles regresan a Chenalhó con apoyo estatal y un plan integral de seguridad, vivienda y reconstrucción social.

Familias desplazadas en Chiapas: el retorno digno que tomó 9 años
Familias desplazadas en Chiapas: el retorno digno que tomó 9 años

Las familias desplazadas de Chiapas no suelen aparecer en los titulares diarios, pero sus historias están llenas de años perdidos, miedo acumulado y esperanza terca. En una casa rentada de San Cristóbal de Las Casas, más de 240 personas vivieron durante nueve años como visitantes en su propio país. Nueve años en los que los niños crecieron lejos de su tierra, los adultos envejecieron esperando justicia y los ancianos miraron el calendario con la paciencia de quien no tiene más que resistir.

Desde 2015, estas 34 familias tsotsiles cargaban con una historia marcada por conflictos políticos, amenazas constantes y grupos civiles armados que arrasaron con su tranquilidad. Nadie olvida la noche en que tuvieron que salir de su ejido, Puebla, en el municipio de Chenalhó, con lo mínimo, con lo que alcanzaban a cargar y con un miedo que, con el paso de los años, se volvió una sombra más de su cotidianidad.

Por eso, el retorno no fue una simple mudanza. Fue el cierre –aunque aún incompleto– de una herida colectiva.

El retorno histórico de 34 familias desplazadas a Chenalhó

Las autoridades estatales acompañaron el retorno de estas 34 familias desplazadas el pasado jueves. El operativo estuvo encabezado por la titular de la Secretaría de Gobierno y Mediación, Dulce María Rodríguez Ovando, y el fiscal general del Estado, Jorge Llaven Abarca. Llegaron juntos al ejido Puebla como se llega a un territorio donde alguna vez reinó el miedo, pero donde hoy intentan sembrar la primera piedra del reencuentro.

Protección Civil explicó que el objetivo principal era claro: garantizar un retorno digno, seguro y voluntario. Nada podía dejarse al azar. Ninguna familia podía volver sin la certeza de que sería cuidada esta vez.

El estado entregó viviendas, despensas, apoyos de salud, paquetes invernales y hasta aves de traspatio para impulsar la autosuficiencia alimentaria. No era solo regresar: era recuperar la vida, los hábitos, el pan de cada día. Era reconstruir lo que nueve años de exilio forzado habían fragmentado.

Cómo renace la esperanza para las familias desplazadas

A la mitad de esta historia es imposible no preguntarse qué significa volver después de casi una década. Para las familias desplazadas, regresar a Chenalhó es mirar el pasado de frente, pero también imaginar un futuro que parecía imposible.

Las autoridades garantizaron monitoreo permanente durante un año. No se trata solo de vigilar: se trata de acompañar, de reconstruir el tejido social, de sanar a una comunidad que fue partida en dos. Al mismo tiempo, se reafirma el compromiso estatal con la reconciliación y la paz territorial, dos palabras que en Chiapas todavía duelen, pero también impulsan.

La comunidad recibió a quienes regresaban con prudencia y esperanza. Los niños miraban las calles como si fueran nuevas, aunque alguna vez aprendieron a caminar en ellas. Los ancianos regresaron a las parcelas que cultivaron durante décadas. Las mujeres reconocieron el olor de su tierra antes incluso de pisarla. Porque el retorno no solo toca el cuerpo: toca la memoria.

No todos pudieron volver

Aunque 34 familias regresaron, otras 24 decidieron quedarse en San Cristóbal. Para ellas, las condiciones de seguridad aún no son suficientes. No quieren regresar para vivir con temor; prefieren un exilio seguro antes que una vuelta que pueda arriesgar sus vidas.

Vivirán en la misma casa rentada por las autoridades, pero ahora con una nueva condición: ser un recordatorio de que la violencia sigue dejando huellas profundas en Chiapas. Aun así, son parte de la misma historia, la historia de un conflicto que aún necesita sanar con verdad, justicia y diálogo.

Las familias desplazadas aún buscan paz

Con este retorno, las familias desplazadas de Chenalhó abren una nueva página en su historia. Después de nueve años de incertidumbre, vuelven a su tierra con la esperanza de reconstruir lo que la violencia destruyó. Y aunque la paz aún no es absoluta, cada vivienda entregada, cada apoyo brindado y cada gesto de reconciliación representa un paso hacia adelante.

Las heridas siguen ahí, pero también la voluntad de sanar. Las familias han demostrado que, incluso después de casi una década lejos de casa, no hay destierro que pueda romper del todo la raíz del hogar.

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